jueves, 9 de abril de 2015

POESIA A LA SIESTA

POESIA A LA SIESTA

Bendita tú que alguien te inventó.
Sin ti ya no sabría vivir.
El que no pudo contigo convivir,
Seguro que tarde o  temprano reventó.

Si por trabajo madrugas,
Si por trabajo tarde te acuestas,
Pregunta a las encuestas,
Te dirán que así no perduras.

Tú, querida y amada siesta,
Que has sido defendida y criticada
Y con mil adjetivos tildada,
Nos sumerges en una modorra de fiesta.

Cuando en ti nos sumergimos,
No es necesario esforzarse.
Para con la almohada rebozarse,
Basta con tenderse y el sueño conseguimos.

Cuando empezamos a soñar,
Nos adentras en un mundo mágico,
Nos haces vivir momentos fantásticos,
Ya nada hemos de añorar.

Al despertar surge la fatalidad,
Es difícil de la cama saltar.
Cuesta tanto como sin alas volar,
Complicado es volver a la actividad.
Siempre, siesta mía, te tendré presente,
No quiero que me faltes jamás,
No te vayas de mi lado nunca más,
Por el mundo entero te buscaré hasta que te encuentre.

Si sigues siempre a mi lado,
Tal como eres de placentera,
Con una u otra cabecera,
Nunca estaré triste ni acongojado.

No quiero despedirme de ti sin decirte,
Aunque nadie te lo haya dicho antes,
Que pasé contigo momentos alucinantes,
Que en todas las  siestas me complaciste.

Isidro Jiménez
(Composición poética de isidrojimémez.com)















martes, 7 de abril de 2015

SONETO AL TORO DE OSBORNE

SONETO AL TORO DE OSBORNE

Circulaba con el coche,
Eché un vistazo a la montaña,
Apareció como entre la maraña,
Resurgió en el horizonte.













En armonía con la naturaleza,
Con su espíritu de bravo que impone,
El valiente Toro de Osborne
Se encontraba en medio de la maleza.

Lo vi tan aguerrido,
En esa posición de valiente,
Con sus pitones salientes,
Que creí escuchar sus berridos.

Era todo un monumento.
Sentía retumbar la pradera
Con el golpear de sus pezuñas traseras.
Desapareció en un momento.

Pobre toro, compañero de viaje,
Pronto desaparecerás del mapa,
En todas las carreteras estabas como una lapa,
Y estabas ahí presente con ese coraje.

Tu padre Osborne sin despedirse se fue,
Te dejaron mal atendido,
Otras veces derribado y abatido,
No me hagas llorar, vete con él.

Donde quiera que vayas recuérdame,
No olvides al compañero que eras
Que en mis viajes por España entera
Siempre fuiste mi vigía y gendarme.

Isidro Jiménez
(Soneto de isidrojimenez.com)






lunes, 6 de abril de 2015

AVERÍAS EN EL SUEÑO

AVERÍAS EN EL SUEÑO


Me levanto cada mañana y me esfuerzo por recordar qué sueño me entretuvo esta noche, para saber en qué emplea mi mente el tiempo que recorre soñolienta, mientas otras gentes están despiertas, tratando de descubrir toda esa noche que no viví, de modo que si es de mi interés poder hacerla realidad, vivirla y disfrutarla, e incluso con la ventaja de poder cambiar los momentos que no me llenan, por otros más acordes con mi pensar y que me pudieran mayor placer reportar. 

He oído muchas veces decir que cada noche soñamos y que no todos los sueños se pueden hacer realidad, más no creo en esto, porque si no por qué no nos íbamos a acodar y, de acordarnos, cuál es el motivo que nos impediría hacerlos realidad. Si la vida es sueño, por qué el sueño no puede ser una realidad. Además, sería de mayor satisfacción vivir lo soñado, como si nuestros sueños fueran un indicador de nuestros anhelos, de lo que deseamos y perseguimos, convencidos de que los sueños nos conducen y marcan el camino de nuestra realidad. 

Pero si sufriéramos averías en el sueño, llevado éste a la realidad, podría ésta sufrir también una avería o sufrir un accidente que nos desvirtúe en parte la realidad soñada, tergiversando lo soñado, llevándonos a la confusión de no saber que falló, si lo que habíamos vivido que dio lugar al sueño, o lo que soñamos que ahora pretendemos vivir, o la propia realidad. En cualquier caso se habría producido una avería, en algún eslabón de la cadena, del sueño de lo que vivimos o de la realidad en que queremos transformar nuestro sueño. 

Cuantas veces hemos despertado con la sensación de que no era el mejor momento, si quiera porque era placentero lo que estábamos soñando y al despertar hemos sentido frustrado nuestro intento de acabar aquella hazaña que, hasta en sueños, de contento nos hacía mover las pestañas. En otras ocasiones, algo nos falló en el sueño, no salió como esperábamos, un episodio se nos veló, no pudimos conseguirlo como queríamos; tal vez influyó una debilidad de la realidad, que pudiera impedir conseguir el sueño, o quizás el sueño no se ajustaba a la realidad y nuestro subconsciente realizó la improvisación oportuna, para sin avería y sin necesidad de reparación pudiéramos llegar al final. 


Es bonito soñar. El sueño transforma la realidad y la hace más bonita, como un tenue velo que la maquilla e impide apreciar las impurezas. También es placentero hacer realidad los sueños, sobre todo porque esos sueños, aunque sean producto de una realidad vivida, han pasado por el tapiz intrínseco del propio sueño que desligó a la realidad de todo aquellos que nuestro subconsciente no tolera.

 Isidro Jiménez 

 (Relato corto de isidrojimenez.com)

domingo, 5 de abril de 2015

EL PECADO DE LA ENVIDIA

EL PECADO DE LA ENVIDIA

Me pongo a escribir y no tengo un tema definido, ni nada específico sobre el que emplearme en el momento de decidirme a esbozar este relato corto que ahora intento. Hoy no se ha topado conmigo nadie ni nada que me haya sorprendido de alguna manera o en mí haya dejado siquiera una pequeña huella sobre la que pueda dar rienda suelta a la imaginación, que me permita poner sobre el papel cosas que pudieran, a juicio mío,  interesar a mis lectores.

No obstante, he de reconocer que ha sido un día en que me han sucedido muchas cosas y algunas de ellas he compartido con bastante gente, lo que me obliga a deducir que, no es que nadie ni nada me haya aportado algo para descargar sobre el teclado de mi portátil, sino que tal vez ha sido mi estado anímico el que ha cerrado las puertas a cualquier influencia ajena y no me ha permitido darle a nada de lo vivido la consideración de trascendente, que pudiera ser objetivo de este relato.

Este estado dubitativo en que me encuentro, dudando de si soy yo o son las personas y las cosas que me rodean el problema de la falta de improvisación que ahora me atenaza, no me atrevo a definir cuál será el cuerpo de este relato o en qué puede quedar el final del mismo, pero si puedo adelantar que, independientemente de las palabras que emplee, los vocablos que vierta y el tema que desbroce, resultará ser fiel a mis ideas y acorde a lo que de mí saben los que me conocen.

Por esa falta de ideas para mantenerme escribiendo, me he propuesto dar rienda suelta a lo que por mi mente pase, pues muchas cosas pasan, muchos pensamientos e ideas se agolpan, se manifiestan imparables, gritan y gritan tratando de destacar unas de las otras, quizás para atraer mi atención por encima de las demás, de modo que yo las expulse y manifieste en este preciso instante. Ideas, todas ellas que llenan mi vida, que me golpean una y otra vez, llevándome al pasado o haciéndome preveer el futuro, pero haciéndome sentir en todo momento el presente.

Grita y me golpea especialmente una idea, que más adelante expondré, la idea con la que nunca comulgué y que en cualquiera siempre detesté y condené; sí detesté, aunque, por qué no decirlo, también con facilidad siempre detecté, por gozar de ciertas dotes para saber descubrir con  facilidad a aquéllos que están imbuidos y pervertidos por los bienes del ajeno, materiales o espirituales, que no les dejan vivir en paz porque siempre los desearán en su afán.

Al hilo de esta idea, que ahora trato de desbrozar, ya Dante Alighieri, en su poema titulado El Purgatorio, escribía "Amor por los propios bienes pervertido al deseo de privar a otros de los suyos.", refiriéndose a esta idea que trato de plasmar, cual es la envidia. Esa envidia, ese deseo de lo ajeno, ese interés por tratar de ser o tener lo de los demás, que tan a menudo nos arrastra y nos hace poner todo el empeño por conseguir, odiando en parte lo que somos y tenemos, esa envidia, - repito -, nos corroe y nos prohíbe el placer de disfrutar de los que somos y tenemos, por el interés desmesurado e incontrolado de lo de otros.

Si esa idea de envidia se quedara en desear lo ajeno, pues sería eso, un simple deseo. El problema es que la envidia va mucho más allá, no le basta el deseo, ha de destruir a los que poseen lo que deseamos, ha de conseguir privar a los otros de lo que poseen. De ahí que Dante Alighieri, se refiriera a que el deseo de lo ajeno, en la envidia, era un deseo pervertido al deseo de privar a los demás de lo suyo.

Sin duda es espeluznante la idea de la envidia. Tal vez y por tal motivo también nos dice Dante "El castigo para los envidiosos es el de cerrar sus ojos y coserlos, porque habían recibido placer al ver a otros caer". Y es que, la envidia supera con creces el deseo de lo de los demás, cruza el umbral de la simple codicia y persigue con implacable firmeza el desposeer a los demás de lo que codiciamos e incluso de hacerlos caer y destruirlos, con lo que el envidioso encuentra el máximo placer.

No hemos de pretender lo ajeno, ni menos codiciarlo, e incluso para conseguir nuestros anhelos a veces hemos de poner freno, especialmente si lo que anhelamos es producto de la envidia. O si quieres piénsalo así: Debes estar contento de que los demás sean y tengan más que tú, pues de este modo, además de no pedirte, te pueden servir de gran ayuda, si bien hemos de coincidir en que es más feliz el que da que el que tiene.


Isidro Jiménez

(Relato corto de isidrojimenez.com)

jueves, 2 de abril de 2015

LA CASSETTE DE LA VIDA



Seguramente te ha pasado alguna vez, sin duda alguna, en tus reflexiones. Estoy convencido de que en algún momento de tu vida te has preguntado si siempre tomaste el camino acertado, o si, de haber tomado otro, hubiera cambiado tu vida y cuál sería esa vida y ver las diferencias con la que te ha tocado vivir, la que ahora vives como consecuencia de todas las decisiones que hasta ahora has venido tomando.

A mi me ha ocurrido y no sólo una vez. Este ha sido siempre el interrogante que ha presidido mi vida y me acompañará a lo largo de mi existencia, buscando respuestas que solo obtendría retrocediendo en el tiempo, si fuera posible volver a empezar desde un punto concreto del pasado, - como rebobinando la cinta cassette o retrocediendo y dando marcha atrás al video de nuestra vida -, con el fin de satisfacer mis ansias de saber qué me hubiera deparado la vida o que partes de ella hubieran cambiado, de haber sido otros mis actos y decisiones en aquellas circunstancias concretas de ese pasado.

Estoy convencido de que, de decir SÍ a decir NO en determinados momentos, hubiera provocado un cambio significativo en el rumbo de los acontecimientos, así como estoy seguro de que de hacer a no hacer algo y viceversa, hubiera sido como poner una gota o no ponerla en ese océano de mi actividad vital. Porque, si cualquiera de las anteriores posturas no hubiera producido cambios y mi vida hubiera seguido siendo la misma, no me preocupa, pues contento estoy, pero no por ello volvería a hacer lo mismo que hice, sino que haría algo diferente, o lo contario, para poder tener dos o más versiones de mi vida. Me imagino lo bonito que sería poder tener varias películas de mi propia vida y poder contrastarlas las unas con las otras y poder cambiar mi actuar, como protagonista, y el de los demás personajes, como si de un juego electrónico se tratara.

Si la propia vida hiciera posible lo dicho, a parte de lo divertido que sería, no me preocuparía cualquier decisión que tomara, dado que siempre podría darle al botón del retroceso y volver a empezar haciendo los cambios que se me antojaran, sin miedo a equivocarme porque podría cuantas veces fuera necesario volver al punto concreto en que tomé una decisión equivocada o hice algo no acertado. Es más, no tendría miedo siquiera a la muerte, pues llegado este momento, me estaría permitido volver a cualquier punto de mi  vida, y desde el punto elegido hasta podría hacer cambios de hábitos y costumbres que me la alargaran. Podríamos, -se me ocurre-, hasta vivir y codearnos con distintas generaciones y ver los avances y progreso de las futuras venideras. Pero, sobre todo, podríamos aconsejar a los demás sobre las mejores formas de comportarse, para, sin necesidad de dar marcha atrás en su vida, no cometieran un solo error del que debieran arrepentirse.

Isidro Jiménez

 (Relato corto de isidrojimenez.com)






miércoles, 1 de abril de 2015

MI PERSONAL FRUSTRACIÓN DEL MUNDO

MI PERSONAL FRUSTRACIÓN DEL MUNDO

Me encontraba desolado, había caído en un momento de desamparo, en el que me sentía hasta falto de pensamientos que pudieran ayudarme a salir de aquel conflicto, tal vez crisis pasajera, pero que te sumerge en una zozobra capaz de hundirte en cuerpo y alma en lo más profundo de la sin razón, porque no encuentras una salida airosa que te llene y dé valentía para afrontar el peor de los momentos, en los que todo tu ser gira en torno a todo lo negativo que te rodea, aflorando los más negros episodios de tu vida y tu entorno.

Se había apoderado de mí y me rodeaba en todos mis actos algún ser maligno misterioso, que me entorpecía mi conducta, mi mente y todo mi ser. No creo en la malignidad misteriosa, luego lo descarté. No podía ser obra de la fatalidad. Ningún ser humano puede llegar a ser tan fatal como yo me encontraba sumido en ese azar siniestro. Debía haber otra razón que me hubiera empujado al abismo fatídico, a ese inmenso y desconocido precipicio en el que  me encontraba inmerso. Me puse a pensar en ello. Debía haber un motivo.

Veía la vida con insensatez. Me parecía una pantomima, un absurdo, un disparate. (Decimos que la vida es bonita si la sabes vivir y nadie sabe vivirla, luego no debe ser tan bonita como la pintan y seguro que así resultaría de preguntarle a cada pintor de su propia vida). Para mi era un dislate, un despropósito mi vida asociada al mundo en que vivimos. Mientras se firmaran acuerdos de paz y hubiera guerras, nos prometiéramos amor y hubiera tanto odio, nos educáramos y nuestro comportamiento fuera de ineducados y groseros, hiciéramos tantas muestras de solidaridad y la insolidaridad siguiera presidiendo nuestras vidas, juráramos perdón a tantas cosas y siguiéramos vengándonos de todo, nos mostráramos compasivos con los débiles y fuéramos cada vez menos sensibles con aquéllos… Mientras, mientras … todo eso fuera así, no podía mantenerme en la lucidez, en la cordura y en la postura de poder mantener en mi pensamiento que mi vida tenía sentido porque se encontrara en consonancia mi sentir con la exhalación del mundo, del que  no emanan sino paradojas y contradicciones propias de su complejidad.


Ahora, después de reflexionar todo lo anterior, comprendía que todas esas sinrazones eran los motivos y las razones del estado en que me sumía, sin embargo no alcanzaba a entender el por qué sucedían continuamente esas contradicciones e injusticias en la vida, ni el por qué debían afectar a mi estado de ánimo, perturbando mis entrañas, sin dejarme gozar en armonía y lucidez mental en mi presente, dejando en el olvido el pasado, sin querer descubrir nada del futuro y aferrado a mi presente,  al presente que yo pretendía, no al presente que a mi alrededor se cernía.




Lucho por salir de ese estado anímico enterrado en la incomprensión. Estoy en contra de la maldad y todas sus características y adjetivos, abogo por el total respeto hacia los más y los menos prójimos, cercanos o lejanos, pero prójimos. Hemos de cambiar el mundo en que vivimos, revestirlo de humanidad, en donde el amor, la ternura, la caridad, la sensibilidad, y la comprensión reinen en todos nuestros actos. De este modo podremos conseguir para todos un mundo mejor.

isidrojimenez.com



La Semana Santa en una sociedad cada vez más laica

Me causa desazón ver como la Semana Santa es, para una mayoría de nuestros conciudadanos, simplemente una semana de vacaciones. Sin sentido espiritual y a la búsqueda de la diversión. No digamos cuando se llega, como en algunas concentraciones en poblaciones de playa, a convertirlas en deplorables orgías, como ocurre año tras año en el Saloufest, todo un símbolo de cómo deteriorar a los jóvenes.

No siento añoranza de aquellos tiempos de mi infancia, y que recordarán aquellos lectores ya mayores, en que la Semana Santa era luto riguroso, en que estaba prohibida otra música en la radio que no fuera la sacra, no se proyectaban películas de cine o más tarde eran sólo de temática religiosa católica, con los días de la muerte del Señor en que ni las campanas de las iglesias doblaban porque su sonido parecería demasiado alegre y era sustituido por el traqueteo sordo de las carracas, en que todos las imágenes de las iglesias quedaban tapadas con lienzos morados. Cuando lo recuerdo me parece fruto de un enfoque hacia un catolicismo tristón que parecía olvidar la grandeza de la inminente Pascua con la Resurrección de Cristo.

Hoy una parte importante de los actos de la Semana Santa de siempre se mantienen, como muchas de las procesiones, pero quienes las sustentan dan más la impresión de hacerlo como manifestación cultural popular que religiosa. ¡Cuando no quedan simplemente en reclamo turístico! Hoy hay más soldados romanos o costaleros que nunca los hubo en la historia de nuestras poblaciones, pero podría resultar decepcionante el resultado de una encuesta que indicara cuántos de entre ellos van a misa cada domingo.

Ante tal panorámica alguno puede llegar a preguntarse, ¿tiene sentido mantener la Semana Santa? En una sociedad en que la indiferencia religiosa es tan enorme, ¿vale la pena celebrar estos actos religiosos? Cuestión, obviamente planteada desde la óptica de la vida espiritual, no del interés turístico o de la cohesión local por la participación e implicación de los ciudadanos en eventos folklóricos.

No sé si hay que apenarse o ni siquiera preocuparse por la desaparición de alguna procesión, pero lo que sin duda para los cristianos tiene vigencia hoy y la tendrá siempre es el recordar y tratar de vivir con intensidad la Pasión y Muerte de Cristo, la instauración de la Eucaristía y la gran fiesta de la Pascua con la resurrección.

En estos días la figura de Cristo se nos presenta en el nivel máximo de entrega, donación sin límites, desbordamiento de amor. Rememoramos el momento cumbre de nuestra redención. Y debemos sacar consecuencias para mejorar nuestra vida cristiana.

Ciertamente, los que acuden a las iglesias estos días no son tantos como hace unas décadas, pero también es una realidad que los creyentes son más conscientes y consecuentes, que su presencia en el templo no es el resultado de rutinas o de un ambiente que conducía a ello sin más reflexión. Son personas que saben porqué van al templo y porqué renuncian a otras actividades sin duda más divertidas que posiblemente están realizando algunos de sus propios familiares o vecinos, que tienen la seguridad de que encontrarse con Cristo, acompañarle, recibirle, es mucho mejor que el más soñado de los viajes o que cualquier divertida jornada de playa. He podido comprobar cómo en algunos de los oficios de Semana Santa el silencio era tan denso que se podía cortar con cuchillo, porque todos los asistentes, y no eran pocos, mantenían un absoluto recogimiento.

Siguen siendo muchos los que van a la bendición de la palma el Domingo de Ramos o que asisten a procesiones, aunque probablemente el resto del año no pisan una iglesia excepto si han acudir a un bautizo, boda o entierro. No es ni mucho menos lo ideal, ni la bendición de Ramos o las procesiones lo más importante, pero vale más que se mantengan. Al menos, es un tenue cordón que los mantiene relacionados con la Iglesia y que algún día puede dar sus frutos. Además, algo queda si la vida cristiana influye en la cultura. Muy bien afirmaba san Juan Pablo II que “la religión debe hacerse cultura”, en el sentido de que llegue a impregnar la vida de la sociedad.

En estos días de Semana Santa muchos de nuestros conciudadanos estarán de viaje, harán deporte en zonas de montaña, o se estirarán en las hamacas o las toallas de las playas para tomar el sol, ajenos totalmente al gran misterio de la salvación. Pero Cristo murió también por ellos. Y los cristianos que acudimos a aquellas celebraciones contribuimos, aunque sea sólo con una gota, a esta transformación de las personas y del mundo, por muy desapercibido que parezca.


El trabajador puede concentrar las horas de su contrato de relevo

El Tribunal Supremo determina que no hay fraude ni perjuicio a la Seguridad Social
No comete fraude contra la Seguridad Social el trabajador que acumula las horas de la jornada reducida en jornadas completa, por lo que unos meses después de firmar el contrato de relevo deja de prestar servicio hasta la fecha prevista para su jubilación, según establece una sentencia del Tribunal Supremo, de 19 de enero de 2015.
El ponente, el magistrado De Castro Fernández, determina que, aunque este proceder no sea exactamente el previsto en la Disposición Adicional Tercera del Reglamento que regula la Seguridad Social de los trabajadores contratados a tiempo parcial, así como la jubilación parcial (Real Decreto 1131/2020, de 31 de octubre).
Además, considera que pese a que la concentración no esté expresamente prevista por la norma reguladora, la irregularidad se produce tras haberse cumplido todos los requisitos, por lo que no es apreciable una conducta fraudulenta ni perjuicio sobre los intereses de la Seguridad Social.

PAGO DEL TOTAL DE LAS CUOTAS

En este caso, el trabajador relevado concentró toda la jornada laboral, que había sido reducida el 15 por ciento, en los nueve meses siguientes a la suscripción del contrato de relevo, sin que con posterioridad volviera a prestar más servicios para el empleador. La empresa mantuvo el alta en la empresa y la cotización hasta la fecha prevista para la jubilación.

Considera el ponente, que esta distorsión temporal entre trabajo y cuota "desatiende -ciertamente- una de las finalidades de la compleja institución de que tratamos, cual es la del acceso paulatino a la jubilación, pero ello -entendemos, contrariamente a lo que el recurso mantiene- no ha de trascender al contrato de relevo suscrito en autos y menos hasta desvirtuar su naturaleza temporal".
Y argumenta De Castro Fernández, que de un lado, la citada finalidad está prevista lo es en exclusivo beneficio de quien se jubila y es éste precisamente el que, mediante acuerdo con la empresa renuncia en parte a ese escalonado cese en el trabajo, agrupando en nueve meses el trabajo a realizar hasta su jubilación total.

Además, de otro lado, porque "la irregularidad se produce tras haberse cumplido todos los requisitos de la institución, y en la misma forma que hemos mantenido que las irregularidades -que no sean de origen- en el contrato de relevo no puede perjudicar al jubilado parcial", tal y como se recoge en las sentencias del Tribunal Supremo de 6 de octubre, 10 de octubre y 26 de diciembre de 2011.
Por otra parte, señala en su sentencia el magistrado, que de igual manera también hemos de afirmar ahora que las deficiencias acaecidas en el decurso de la jubilación parcial tampoco en principio han de incidir, cuando menos en casos como el presente, en el contrato de relevo hasta cambiar su naturaleza jurídica.
EN DEFINITIVA, que el jubilado parcial, que es mi interés resaltar, una vez jubilado puede seguir trabajando a jornada completa y seguidos todos los días que le reste trabajar hasta su total jubilación, de acuerdo con el porcentaje de jornada del contrato parcial. No será necesario que haga cada año los días que le correspondan por el % de jornada.