martes, 29 de noviembre de 2016

LA VIDA A GALOPE CON SUS INQUIETUDES AL FINAL DEL AÑO 2016

LA VIDA A GALOPE CON SUS INQUIETUDES AL FINAL DEL AÑO 2016

Empezábamos hace ya casi 365 días un año nuevo y ya no nos acordamos de ello porque  ahora nos distrae el final del mismo. Es como si fuéramos haciendo desaparecer el pasado con la goma de borrar del presente, un presente siempre diferente o semejante con distintas connotaciones y en otras circunstancias o situaciones. El caso es que avanzamos a un ritmo tal que nos comemos los años arrancando las hojas del calendario de una forma trepidante, como si fuéramos deshojando nuestra vida con nuevos acontecimientos. Tenemos la sensación de que ahora duran menos los años y que transcurre más deprisa la vida, en la que ocurren tantas cosas y nos satura tanta información que nos deja la sensación de estar perdiéndonos muchas cosas en un mundo en que no podemos acapararlo todo. Nos sentimos un poco como volando por la vida sin bajar a tierra para picotear todo cuánto ocurre, como quien pasa las hojas del libro sin leerlo porque intuye de qué trata y no nos paramos a saborear los contenidos para entenderlos.

 Llega el final del año y estamos pensando en el que viene, tratando de adelantarnos a los acontecimientos y así se nos pasa la navidad sin pena ni gloria o ambas cosas porque de todo hay en estas fiestas tan señaladas. Fiestas que a unos les encantan por la propia singularidad de la navidad, porque reúne a las familias, porque pasan unos días liberados del trabajo, porque se van a la nieve, por la representación de los actos religiosos, por las comilonas, por mil cosas  y que a otros les da pavor porque echan de menos a seres que perdieron que ya no están en la celebración, por una mala situación económica que les despierta una sensación de inferioridad respecto a los que celebran la navidad con opulencia, porque odian el ajetreo imparable de tantas compras y la ansiedad por adquirir los mejores manjares, el visitar los mejores restaurantes, la adquisición de la mejor ropa y porque para ellos no tiene un significado especial la navidad y otras tantas cosas.

El caso es que la navidad nos agita a unos y a otros de modo que, para bien o para mal, en el fondo todos estamos pensando que cuándo se terminará y cuándo volveremos a la vida cotidiana, en que ya no hay que preocuparse por qué comer, qué ponerse para lucir, que regalos hacer, que juguetes regalar y sentirse como más igual a los demás.

Y en ese galopar se amontona la navidad con la noche buena, los santos inocentes, la noche vieja de fin de año, Año Nuevo, los Reyes, San Antón y otra vez al carnaval, fiestas todas ellas sombreadas por las incertidumbres en los temas económicos y políticos a los que ya nos hemos acostumbrado de tal manera que casi pasamos por alto y no recordaríamos de no ser por las incesantes noticias con las que nos abruman.

En el tema político ya tenemos gobierno, aunque sometido a acuerdos con otros partidos, y ya respiramos de forma más sosegada y en el plano económico se cierne una de esas sombras de incertidumbre y de alta preocupación y es que se visualiza un horizonte gris del sistema de pensiones español, situación que, si bien ya se veía venir, ha llegado antes de lo previsto, debido a la reciente crisis económica. Metiendo en el mismo saco cotizantes, pensionistas, pensiones crecientes y de mayor cuantía, más esperanza de vida, menos nacimientos, etc. etc., podríamos decir, como algunos se han atrevido a bendecir, que el sistema padece de anemia, al ser sus recursos insuficientes y arrastrar un déficit de miles de millones de euros. Esto se debe a una base menor de cotizantes y un número de pensionistas mayor que hace 10 años, unido a la percepción de la renta durante más tiempo por el incremento en la esperanza de vida. Sin cambios en el actual modelo de financiación de la Seguridad Social, el reto demográfico implicará la pérdida del poder adquisitivo de las pensiones públicas.
Por tal motivo, el Gobierno lleva adelante actualmente la sexta reforma de pensiones, a través del Pacto de Toledo, que ha levantado muchas expectativas y esperanzas de alcanzar un consenso y dar respuestas sensatas a la urgencia de soluciones estructurales, eficaces y duraderas que curen al paciente. El punto de partida debe ser muy claro: la previsión social en su esquema actual es insostenible. Y el primer paso, en este arduo recorrido, es tener presente en todo momento una visión global de los tres pilares que la sostienen: Seguridad Social, previsión empresarial y previsión individual. Sin perder la relevancia, el primer pilar necesita de los otros dos para la canalización de un mayor caudal de ingresos ajenos a las cotizaciones sociales.

La sostenibilidad de las pensiones es una de las prioridades en este inicio de legislatura; el sistema acarrea un déficit del 1,6% del PIB, el principal responsable del incumplimiento de los objetivos de déficit y la hucha de las pensiones se agotará en 2017. Se barajan opciones como elevar los ingresos y eliminar los topes de cotización. También está sobre la mesa pagar las pensiones de viudedad y orfandad con impuestos y elevar la cotización de los autónomos.

El tope actual de cotización es de 3642 euros al mes. Los empresarios cotizan por el 23,6% del salario y los trabajadores por el 4,6%, Esto implica que los empleados que ganan más solo cotizan por esta cantidad, es decir, abonando 859 euros la empresa y 171 euros el empleado. Eliminando estos topes máximos, la carga de cotizaciones de empresa y trabajador crecería para los salarios más altos. Lógicamente, si se eliminan estos topes máximos los ingresos de la Seguridad Social crecerán, aunque solo para estos salarios, que son menos del 10% del total. El empleado lo notará en que paga más cotizaciones y en que su puesto de trabajo es más caro para la empresa. Además, dado que las pensiones están también limitadas, cuando se jubile la relación entre la pensión y lo que ha contribuido será más desfavorable.

Otra de las opciones es que las pensiones de viudedad y orfandad, que no dependen de la contribución a la Seguridad Social del pensionista sino de sus circunstancias vitales se paguen con impuestos. Estas pensiones suponen 2.400 millones al año para las arcas de la Seguridad Social aunque, lógicamente, habría que cuadrar las cuentas públicas por otro lado. Es una propuesta que viene de lejos, y tanto expertos como partidos o sindicatos han abogado por este cambio de modelo, que ayuda a clarificar las fuentes de financiación de las pensiones.

El Pacto de Toledo, donde se toman los acuerdos sobre las pensiones, aconseja que cada régimen de la Seguridad Social se autofinancie. Actualmente el régimen de autónomos acarrea un déficit de unos 7.000 millones de euros; proporcionalmente, el triple del desequilibrio en el régimen general. Hasta la fecha, subir las cotizaciones de los autónomos, parece ser sería una medida voluntaria., por lo que a priori no debe causar preocupación a los autónomos.

La amplia gama de incentivos a la contratación supone también menos ingresos para el sistema de un montante de 1.900 millones de euros por las reducciones de cotización para determinados contratos. Por este motivo Hacienda ya ingresa en la Seguridad Social 1.800 millones al año para compensar por tarifas planas de cotización o bonificaciones, aun así las reducciones de cotización generan déficit. Se propone al respecto transformar este último modelo en una bonificación para que se sufrague con cargo al presupuesto. El efecto sería el mismo que el de cambiar la financiación de viudedad y orfandad: menos déficit para la Seguridad Social pero más en la administración del Estado.

¿Estamos en la buena línea para dar soluciones a este problema que nos acucia? ¿Debemos preocuparnos porque llegue el momento de que no puedan pagarse las pensiones? Sería catastrofista dejar a los pensionistas sin su pensión. Las que se barajan y otras muchas opciones, si se quiere y no hay más remedio que querer, pueden solucionar el problema, porque dejar de pagar las pensiones no es posible en el peor de los casos, pues si bien es verdad que en la seguridad social hay 2 x 1, es decir que cotizan unos 9.000.000 y cobran pensión unos 18.000.000, o sea, que cotizan dos por cada pensionista cuando deberían cotizar al menos 4 x1, es posible encontrar las fórmulas necesarias, que las hay, para que la Seguridad Social pueda autofinanciarse sin tener que pagar pensiones que no sean propiamente contributivas. No seamos pues catastrofistas.

Un problema más realista es si las pensiones podrían pagarse en el futuro, porque el sistema de sostenibilidad actual garantiza su pago pero no su cuantía, lo que siembra inseguridad a los pensionistas actuales y a los futuros aspirantes. Dentro de 25 años habrá el mismo número de trabajadores cotizantes que pensionistas, lo que dificulta la sostenibilidad de las pensiones. Y aunque los expertos, o mejor los banqueros, estén por vender para un ahorro futuro planes de pensiones privados, los españoles no acaban de entender por qué han de ahorrar privadamente si ya hacen sus aportaciones a la Seguridad Social para tener una pensión digna.

En todo este entuerto de las pensiones, el caso es que los gastos de la Seguridad Social han alcanzado los 140.626 millones anuales en el último trimestre, si bien en el periodo de julio y septiembre ingresos y gastos han crecido casi a la par con un aumento de 1.300 millones en ambos casos, pero que eso no tapa el déficit puesto que los ingresos han sido de 123.331 millones al año, lo que deja patente la gravedad del problema y no permite lanzar las campanas al vuelo. La estimación de crecimiento para 2017 de 2,3 % no anticipa mejor augurio, según el informe de análisis que reflejan los expertos. Habremos de esperar pues a que el estudio de cada medida y las aplicaciones de cada una de las opciones que están sobre la mesa, tengan el tratamiento más eficaz para solucionar el problema que se arrastra en el este tema, sin que haya un empeoramiento ni de las pensiones ni de sus requisitos de acceso.

Y terminando con el principio, la vida sigue y sigue sin parar, hasta el punto de que estamos a las puertas de un nuevo año, en que estos problemas no deben empañarnos una feliz navidad y un aventurado año nuevo. Así lo deseamos.

Isidro Jiménez