NUESTROS REFERENTES EN LA VIDA
Actualmente vivimos faltos de referentes en nuestra vida. Nos faltan
todos esos enganches en los que sujetarnos para sentirnos seguros de cuanto
hacemos y decimos, tratando de hacernos ver a nosotros mismos y a los demás que
somos dignos de que copien de nuestro proceder, porque seguimos reglas de
comportamiento que, a su vez, copiamos de nuestros referentes a los que
consideramos los máximos ejemplos a seguir como modelos de vida.
En este mundo actual desierto de valores, tenemos la imperiosa
necesidad, más que nunca, de buscar ejemplos de vida, si bien esa necesidad
siempre ha estado presente en nuestras vidas debido a la inseguridad que nos
acompaña en cada momento de decisión de nuestros actos, unas veces por la poca
seguridad que nos aporta la temprana edad y otras por otras situaciones
embarazosas y las complicaciones de la vida misma.
Antiguamente, en nuestra infancia, cuando nuestro círculo de vida era de
tan pequeño diámetro, nuestros primeros referentes eran nuestro padre o nuestra
madre, a quienes considerábamos la enciclopedia de la experiencia y de quienes
copiábamos en el actuar y en el decir, hasta tal punto de podernos considerar
clonados con ellos. A ellos debemos una gran parte de nuestro aprendizaje.
Ya con uso de razón, íbamos discerniendo de esos referentes, a medida
que adquiríamos nuestros propios criterios con nuestra formación y mayor
relación con los demás, e íbamos desentrañando dónde estaba nuestra verdad, si
en el referente de siempre o las influencias de otros, tratando de hacer de
nosotros mismos nuestro propio referente, nuestro yo, y el de los demás ante
quienes queríamos sobre salir.
Por ello, a medida que seguimos creciendo empezamos a creer en nosotros
mismos y nos volvemos más egocéntricos e idólatras y a romper cuánto hasta
ahora habíamos creído como el credo de la vida. Es el momento es que ya hemos
conseguido pensar por nosotros mismos, hemos aprendido a relacionar lo de unos
y otros y cuanto nos rodea para sacar nuestras conclusiones que nos permiten
vivir según nuestro criterio. Por el contrario ya ha perdido el referente su
importancia y tratamos de emularlo. Empezamos a dudar de que haya referentes
dignos de ensalzar o de tener de ejemplo a la hora de ser y actuar.
El referente del padre y la madre seguirán muchos años interfiriendo en
nuestras vidas, aunque cada vez de forma más borrosa y con menor influencia.
Será el maestro, los profesores, quienes acuñarán una importante influencia en
nuestra concepción de la vida, al menos mientras estemos bajo su tutela de
aprendizaje, porque remontan en nuestra vida como nuevos personajes de cuya
enseñanza bebemos y a quienes sin duda una gran parte de nuestro pensar
debemos, considerándolos como autoridad en cuánto nos transmiten sobre enseñanza
y comportamiento una parte importante de lo que hoy sabemos.
El cura también puede ser un referente y, de hecho, influye sobre
nosotros en cuanto creemos que nos enseña otras cosas que, a primera vista, son
menos terrestres y más sorprendentes. Se nos presenta como alguien sobrenatural
rodeado de pasiones y misterios que nos hablan de otra vida, de algo ajeno a lo
terreno que, desde otra perspectiva, nos puede aliviar los problemas
terrenales.
Los amigos, compañeros de trabajo, la familia, serán referentes siempre
en nuestra andadura por la vida y serán un referente de mayor o menor
influencia en función de la profundidad con que los conozcas, alternándose en
el tiempo según las necesidades de cada momento.
Repito, no tenemos referentes modelos de conducta. Vivimos en un mundo
desierto de referentes. Ya no existen criterios para elegir referentes y
cualquiera sirve para ensalzarlo a los altares de la popularidad, que
precisamente no nos inspirar a convertirnos en la mejor versión de nosotros
mismos. No hay más que ver cuáles son nuestros valores y prioridades actuales,
que reflejan los referentes que escogemos.
A cambio de esa falta de valores, nos guiamos por la información, por
las redes sociales, por la publicidad… medios de los que podemos extraer como
falsos valores el fraude y la corrupción, ganar dinero de inmediato a costa de
lo que sea, falsedades sobre el consumismo, y otros tantos y tantos ejemplos
del engaño, la delincuencia y la miseria social en la que estamos inmersos, con
nuestro subconsciente zambullido en el torpedeo de la contaminada información
que nos llega, bombardeando nuestro cerebro tratando de limar las asperezas del
pasado, verdaderos valores que hoy a nadie interesan.
Con los anuncios, nos dirán que el Danacol quita el colesterol, que con
Activia al WC irás mejor, que la soja el vientre no te acongoja, que la pasta
Gallo es la mejor y tantas otras cosas que, como las dicen como ciertas, hemos
de creérnoslas y consumir, además de luego presumir que comes lo mejor.
Con las noticias, casi todas de hechos reprobables, aprenderemos que
robar, defraudar, prevaricar, maltratar si no más, y muchas más, lo que prima
es la delincuencia para poder vivir a cuerpo de rey y ya no nos suena bien
aquello de trabajar y trabajar, porque estamos convencidos de que trabajar lo
inventó aquél que nunca trabajó, sino que armado de holgazanería puso todo su
tesón en apropiarse de lo ajeno para vivir mejor.
La prensa rosa, nos pinta un mundo multicolor, de afanados ejemplares
con sus arcas repletas, que son un ejemplo malvado para quien trabajó, luchó y
hasta la piel en muchos casos se dejó, para formar su familia y dar a sus hijos
lo mejor. Mundo mundano que, con sus fiestas y comilonas, además de sus
vestimentas sensuales y de precios desorbitados, no ceja en repetirnos una y
otra vez que los demás somos pobres diablos esclavos del trabajo que
contribuimos a que sus vidas tengan ese fragor.
El deporte nos estremece cuando aparecen las cifras de fichajes, de
retribuciones a los deportistas y directivos, de derechos de imagen y otros
que, lejos de pensar en la penuria de nuestra sociedad, nos invitan a creer que
el mundo es rico, muy rico, en el que mientras unos tienen las sacas repletas
otros hasta para comer están que espetan.
Estos son los referentes que ahora tenemos y, mientras no cambiemos todo
lo dicho y lo por decir, pues ha quedado mucho en el tintero cuando se trata de
dinero, nos tendrán engañados y además contentos porque de todo cuanto a
nosotros llega nos creemos el cuento.
Apliquémonos, busquemos verdaderos valores, huyamos de lo banal, no
aprendamos de la sin razón de este mundo enfermizo; por el contrario hagamos un
gran esfuerzo por cambiarlo, a fin de conseguir que prime en ti lo mejor de lo
mejor, contribuyendo a que el mundo no siga a peor.
Isidro Jiménez
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