domingo, 5 de julio de 2015

NUESTROS REFERENTES EN LA VIDA

NUESTROS REFERENTES EN LA VIDA

Actualmente vivimos faltos de referentes en nuestra vida. Nos faltan todos esos enganches en los que sujetarnos para sentirnos seguros de cuanto hacemos y decimos, tratando de hacernos ver a nosotros mismos y a los demás que somos dignos de que copien de nuestro proceder, porque seguimos reglas de comportamiento que, a su vez, copiamos de nuestros referentes a los que consideramos los máximos ejemplos a seguir como modelos de vida.


En este mundo actual desierto de valores, tenemos la imperiosa necesidad, más que nunca, de buscar ejemplos de vida, si bien esa necesidad siempre ha estado presente en nuestras vidas debido a la inseguridad que nos acompaña en cada momento de decisión de nuestros actos, unas veces por la poca seguridad que nos aporta la temprana edad y otras por otras situaciones embarazosas y las complicaciones de la vida misma.

Antiguamente, en nuestra infancia, cuando nuestro círculo de vida era de tan pequeño diámetro, nuestros primeros referentes eran nuestro padre o nuestra madre, a quienes considerábamos la enciclopedia de la experiencia y de quienes copiábamos en el actuar y en el decir, hasta tal punto de podernos considerar clonados con ellos. A ellos debemos una gran parte de nuestro aprendizaje.


Ya con uso de razón, íbamos discerniendo de esos referentes, a medida que adquiríamos nuestros propios criterios con nuestra formación y mayor relación con los demás, e íbamos desentrañando dónde estaba nuestra verdad, si en el referente de siempre o las influencias de otros, tratando de hacer de nosotros mismos nuestro propio referente, nuestro yo, y el de los demás ante quienes queríamos sobre salir.

Por ello, a medida que seguimos creciendo empezamos a creer en nosotros mismos y nos volvemos más egocéntricos e idólatras y a romper cuánto hasta ahora habíamos creído como el credo de la vida. Es el momento es que ya hemos conseguido pensar por nosotros mismos, hemos aprendido a relacionar lo de unos y otros y cuanto nos rodea para sacar nuestras conclusiones que nos permiten vivir según nuestro criterio. Por el contrario ya ha perdido el referente su importancia y tratamos de emularlo. Empezamos a dudar de que haya referentes dignos de ensalzar o de tener de ejemplo a la hora de ser y actuar.

El referente del padre y la madre seguirán muchos años interfiriendo en nuestras vidas, aunque cada vez de forma más borrosa y con menor influencia. Será el maestro, los profesores, quienes acuñarán una importante influencia en nuestra concepción de la vida, al menos mientras estemos bajo su tutela de aprendizaje, porque remontan en nuestra vida como nuevos personajes de cuya enseñanza bebemos y a quienes sin duda una gran parte de nuestro pensar debemos, considerándolos como autoridad en cuánto nos transmiten sobre enseñanza y comportamiento una parte importante de lo que hoy sabemos.

El cura también puede ser un referente y, de hecho, influye sobre nosotros en cuanto creemos que nos enseña otras cosas que, a primera vista, son menos terrestres y más sorprendentes. Se nos presenta como alguien sobrenatural rodeado de pasiones y misterios que nos hablan de otra vida, de algo ajeno a lo terreno que, desde otra perspectiva, nos puede aliviar los problemas terrenales.

Los amigos, compañeros de trabajo, la familia, serán referentes siempre en nuestra andadura por la vida y serán un referente de mayor o menor influencia en función de la profundidad con que los conozcas, alternándose en el tiempo según las necesidades de cada momento.

Repito, no tenemos referentes modelos de conducta. Vivimos en un mundo desierto de referentes. Ya no existen criterios para elegir referentes y cualquiera sirve para ensalzarlo a los altares de la popularidad, que precisamente no nos inspirar a convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos. No hay más que ver cuáles son nuestros valores y prioridades actuales, que reflejan los referentes que escogemos.

A cambio de esa falta de valores, nos guiamos por la información, por las redes sociales, por la publicidad… medios de los que podemos extraer como falsos valores el fraude y la corrupción, ganar dinero de inmediato a costa de lo que sea, falsedades sobre el consumismo, y otros tantos y tantos ejemplos del engaño, la delincuencia y la miseria social en la que estamos inmersos, con nuestro subconsciente zambullido en el torpedeo de la contaminada información que nos llega, bombardeando nuestro cerebro tratando de limar las asperezas del pasado, verdaderos valores que hoy a nadie interesan.


Con los anuncios, nos dirán que el Danacol quita el colesterol, que con Activia al WC irás mejor, que la soja el vientre no te acongoja, que la pasta Gallo es la mejor y tantas otras cosas que, como las dicen como ciertas, hemos de creérnoslas y consumir, además de luego presumir que comes lo mejor.

Con las noticias, casi todas de hechos reprobables, aprenderemos que robar, defraudar, prevaricar, maltratar si no más, y muchas más, lo que prima es la delincuencia para poder vivir a cuerpo de rey y ya no nos suena bien aquello de trabajar y trabajar, porque estamos convencidos de que trabajar lo inventó aquél que nunca trabajó, sino que armado de holgazanería puso todo su tesón en apropiarse de lo ajeno para vivir mejor.

La prensa rosa, nos pinta un mundo multicolor, de afanados ejemplares con sus arcas repletas, que son un ejemplo malvado para quien trabajó, luchó y hasta la piel en muchos casos se dejó, para formar su familia y dar a sus hijos lo mejor. Mundo mundano que, con sus fiestas y comilonas, además de sus vestimentas sensuales y de precios desorbitados, no ceja en repetirnos una y otra vez que los demás somos pobres diablos esclavos del trabajo que contribuimos a que sus vidas tengan ese fragor.

El deporte nos estremece cuando aparecen las cifras de fichajes, de retribuciones a los deportistas y directivos, de derechos de imagen y otros que, lejos de pensar en la penuria de nuestra sociedad, nos invitan a creer que el mundo es rico, muy rico, en el que mientras unos tienen las sacas repletas otros hasta para comer están que espetan.

Estos son los referentes que ahora tenemos y, mientras no cambiemos todo lo dicho y lo por decir, pues ha quedado mucho en el tintero cuando se trata de dinero, nos tendrán engañados y además contentos porque de todo cuanto a nosotros llega nos creemos el cuento.

Apliquémonos, busquemos verdaderos valores, huyamos de lo banal, no aprendamos de la sin razón de este mundo enfermizo; por el contrario hagamos un gran esfuerzo por cambiarlo, a fin de conseguir que prime en ti lo mejor de lo mejor, contribuyendo a que el mundo no siga a peor.

Isidro Jiménez