viernes, 9 de agosto de 2019

EL POR QUÉ DE LA INDEPENDENCIA




Me siento confuso. Viajo a menudo entre dos países y encuentro en el país en conflicto, que es en el que vivo, menos problemática y conflicto que el que se cree el país que me vio nacer. Me perturba esta situación porque sería de mi agrado que los que nacieron castellano manchegos como yo, desde la lejanía de Cataluña, supieran interpretar sin errores lo que realmente ronda en las mentes de los, nacidos o  residentes en Cataluña, los que en definitiva tienen su vida, su familia, hijos, nietos y allegados en esta tierra.


No comulgo con cuanto se vierte sobre el tema catalanista desde el Presidente del Gobierno hasta el último de los mortales de este país que es España. Todos vamos a remolque, hasta los medios informativos, políticos, medios sociales y ciudadanos, de cuanto dice o hace el President de la Generlitat de la Catalunya, provocando de esta forma una aureola de independentismo y una problemática inexistente, que el residente de Cataluña no alcanza a comprender y que en la mayoría de los casos ni se la plantea.

La mayoría de los de fuera de Cataluña pensarán que esos catalanes, - a quienes Franco aplacó sus iras con mimos a lo largo de su historia, mediante apertura de empresas emblemáticas o infraestructuras de envergadura, como si de premios se tratara  para aplacar cualquier atisbo separatista y a quienes se les reconoció como Comunidad histórica en la nueva Constitución para unirla en sentimiento a España -, son unos insaciables que no pararán en perseguir un Estado propio.


 A todos esos, los que no conocen in situ lo que está pasando en Cataluña porque viven en la lejanía, en su ciudad o pueblo, donde todo pasa pero nada es fundamental, les pediría que no se esfuercen en manifestar connotaciones del problema catalán que no existen, porque refuerzan ese ánimo que unos pocos pudieran tener por el afán de independencia.


A los que, por distintas razones y motivos nos ha tocado vivir en Cataluña, no puedo ponerles en cuestión si están al lado o no de la independencia, porque a buen seguro no tienen ni la opción de planteárselo, si partimos de la premisa de que en su pueblo o ciudad natal solamente mamaron unidad y no separación.

Pero, centrándonos en la separación o el independentismo que se está planteando ahora en Cataluña, me choca que este planteamiento se haya provocado ahora y me choca por el hecho de que, desde la Constitución de 1978, existe ya ese independentismo o separación, a raíz de la creación de las Comunidades Autónomas, diecisiete en total, que vertebraron España de facto, cada unas con sus competencias respectivas, dispares en muchos casos a medida que han ido absorbiendo más y más competencias y con una simple nota de unidad de la España en que vivíamos, como es el hecho de que el Gobierno Central se atribuyera unas competencias exclusivas o intransferibles.

¿No cree Vd. que si las pensiones no fueran competencia del Estado, se estarían preguntado una gran mayoría de pensionistas dónde fijar su residencia, porque cada comunidad tendría un sistema propio de pensiones y éstas diferirían en cada Comunidad Autónoma? Ya está pasando con la sanidad esta disparidad por no decir disparate y con el Impuesto de la Renta de las Personas Físicas que permite en unas comunidades unas deducciones distintas de otras o subidas de impuestos más gravosos. Hasta el I.B.I. es desigual en cada municipio, aunque este sea otro tema. Esto parece más que un país de autonomías un Estado de Estados Federales.

El problema catalán que últimamente se suscita en todos los medios no es de recibo. Es un problema, pasando `por alto la historia, creado por los padres de la Constitución de 1978 que permitieron, aunque sus razones de peso tuvieron en su momento, la vertebración de España en diecisiete pequeños Estados bajo el camuflaje de comunidades autónomas y que a los Presidentes de Gobierno posteriores les ha obligado avanzar en la línea de dar más y más competencias a cada uno de ellos para acallar sus ansias de poder.

Ahora se planea la cuestión de si una Cataluña independiente la constituiría en un Estado viable económicamente, hasta el punto de prestar a sus ciudadanos cuantos servicios un Estado debe prestar. Según Artur Mas y sus compañeros de viaje, los llamados Junst pel Sí, (Juntos por el Si), Cataluña independiente sería un Estado "con superávit, más justo y progresivo" que la Cataluña actual que, en palabras de Mas, está lastrada por su macro dependencia del Estado español. Según los contrarios a Mas, el coste económico sería tal que, aun siendo un Estado viable económicamente, los beneficios serían insuficientes para dos o tres generaciones.

¿Pero qué cifras manejan unos y otros? Los primeros consideran que el déficit actual de Cataluña, de 5.000 millones desaparecería y se obtendría un saldo positivo de 11.590 millones, incluso después de haber costeado la transición a la independencia o creado las estructuras de Estado como dice Artur Mas. German Bel, economista y número uno de Junts pel Si en Tarragona, dice que un 40% de los impuestos que pagan los catalanes marchan y no vuelven, unos 2.200 euros por ciudadano de Cataluña al año, casi 16.000 millones de euros en total, un total de 7,7% de nuestro PIB. Esa cifra elevaría el PIB por habitante de una Cataluña independiente por encima de la media de la UE, lo que permitiría llegar a la independencia con dinero extra en el bolsillo. En el lado de los impuestos y tasas fiscales, Cataluña solo tiene que reivindicar una redistribución más equilibrada de su rendimiento entre la Administración Central y el conjunto de las comunidades autónomas, y si ello procede, la corrección de privilegios que supondrían una competencia desleal desde otras comunidades. Es en el lado del gasto público donde se produce la gran injusticia con Cataluña, cuyos ciudadanos, que son los que pagan impuestos y tasas, tienen derecho a servicios públicos de educación, sanidad y asistencia social y a infraestructuras de nivel igual al de los ciudadanos de otras comunidades. La actual discriminación que se traduce, a título de ejemplo, en mayores pagos a colegios concertados, seguros sanitarios o peajes de autopista, perjudica sobre todo a los ciudadanos de rentas más bajas que también existen en Cataluña.

¿Qué pasaría con las pensiones? Los independentistas aseguran que la Seguridad Social catalana partiría con un saldo positivo de 24.126 millones, mientras que los contrarios no se cansan en repetir que no podría pagar las pensiones.

No nos olvidemos del déficit de la Comunidad catalana. El President Mas está convencido de que el nuevo Estado asumiría la parte proporcional de la deuda pública española que supera el billón de euros. Según un estudio de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) se estima que el nuevo Estado debería quedarse con 85.000 millones de euros de la deuda del Estado. Sin embargo, si se calculara la parte del PIB que representa Cataluña en el conjunto de España (el 18,7%), el nuevo Estado catalán tendría que asumir unos 200.000 millones de euros. Teniendo en cuenta que el PIB catalán ascendió en 2014 a 199.786 millones de euros, Cataluña nacería como Estado con una deuda pública del 100%. 

Respecto a las empresas y el comercio, en el tema de exportaciones e importaciones las cifras también bailan. La gran patronal catalana, absolutamente contraria a la independencia, augura una caída de las exportaciones y de las importaciones y cree que los productos catalanes se encarecerían y perderían competitividad. Es más, algunas de las voces en contra de la separación de Cataluña, aseguran que sólo las ventas al mercado español de los productos catalanes se reducirían un 30%, lo que acarrearía más pobreza y más paro. Los independentistas ponen en duda este dato y dicen que no entienden por qué tendrían que reducirse las exportaciones ni resentirse las relaciones comerciales con el resto de España y del mundo.

Mas aseguraba hace escasos días que en un Estado independiente habría más empleo y ponía como ejemplo los 70.000 puestos de trabajo que se crearían para poner en marcha las estructuras del nuevo Estado. Eso significaría reducir el paro al menos un 10% de un solo plumazo: actualmente en Cataluña hay 726.000 parados, y la tasa se sitúa en el 19,1% frente al 22,37% de España. Pero más allá de esa reducción, los soberanistas no han sido capaces de explicar por qué y cómo habría más empleo en un Estado catalán independiente.

En este orden de cosas, en este vaivén de cifras y manifestaciones apelo con mi humilde pluma a la cordura, a que en el plano político y económico no se engañe a nadie desde ningún bando, que  haya sensatez en cuantas decisiones se hayan de tomar y se aplique la Constitución para erradicar el problema, o se modifique en lo necesario, para evitar rupturas que, como en las guerras, sufre el que está en la trinchera, el ciudadano a quien que le tocó ser catalán.

Isidro Jiménez


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