jueves, 29 de octubre de 2015

LA ZOZOBRA



La vida es repetitiva, a veces tan monótona que nos obliga a evadirnos repasando el calendario, tratando de buscar, además del fin de semana de descanso, otras posibles fiestas que nos amenicen y hagan más llevadera la faena diaria.




Y es que en ocasiones, cada mañana venimos a considerarlo un día más, en el que, si no hay nada novedoso y digno de destacar, nos dejamos llevar por la monotonía de llegar al despacho, la oficina o lugar de trabajo, sentarnos delante del ordenador, con la corbata bien centrada, apretada y aguerrida al cuelo, sintiendo el traje como coraza que ejerce toda la presión de la gravedad sobre nuestros hombros y los zapatos, agarrados a las ruedas de la silla como grilletes, como plataformas que sustentan nuestro cuerpo por si fallara aquella.



De alguna manera nos estamos sintiendo en un estado de reacción ante una monotonía que nos agobia, la que sobrellevamos movidos por la obligación de dar salida a cuantas tareas tenemos encomendadas, resignándonos a seguir trayendo a la memoria aquello de que "el trabajo dignifica al hombre" y "ganarás el pan con el sudor de tu frente", amén de otras emociones que complacen nuestro ego por los buenos resultados de un trabajo bien hecho y que nos proporcionan coraje para seguir, aunque en el fondo estamos presa del atenazamiento de la monotonía diaria que propicia la repetición de tareas.

Dicho de otra manera, a menudo nos preguntamos sí estamos haciendo lo que hubiéramos querido, sí lo que hacemos nos reporta lo que anímicamente necesitamos y sí lo que obtenemos a cambio complace nuestras expectativas de todo tipo.



Pues bien, cuando las respuestas a esas preguntas, dentro de este estado en el que todos nos sumimos en momentos de nuestras vidas, no nos complacen por no cubrir nuestro abanico de necesidades, es obvio que algún cambio en nuestra vida hemos de plantearnos, valorando las posibilidades de conseguir nuestros objetivos, a fin de obtener respuestas afirmativas a esas interrogantes, anidadas en nuestra mente, que nos hagan huir de la zozobra que nos encalla e inmoviliza, estanca y hasta entretiene, mermando todos nuestros anhelos de libertad en lo que queremos y en la forma de hacer aquellas cosas que habíamos deseado.

Es fácil pensar en que hay que cambiar algo en nuestra vida diaria, pero un reto llevar a término dichos cambios, no ya por el gran esfuerzo que supondrá, sino porque primero habremos de vencer el miedo al cambio. Los humanos somos por naturaleza inmovilistas, lo que nos obligará en principio a un sobreesfuerzo para vencer nuestra rutina y nuestros hábitos y para lo que habremos de emplear una buena dosis de esfuerzo y dedicación, sin olvidar que, además del coste que requiere cualquier cambio, hemos de tener presentes las consecuencias del mismo.



Si bien es difícil llevar a la práctica lo que aquí tratamos, lo cierto es que todo es posible si nos lo proponemos, haciendo con esta idea más fácil el cambio, especialmente si tenemos presente que hemos de empezar por abordar el problema que nos atenaza, previamente haberlo identificado, procurando hacer cambios en nuestro comportamiento y huyendo de la idea de que lo que ha de cambiar es lo de nuestro entorno, aprendiendo siempre algo nuevo de nuestros errores y abandonando el riesgo de la idea de que las cosas cambiarán por sí solas. Apliquémonos el dicho de "que no te preocupes, que te ocupes" y conseguiremos sosegadamente el cambio que nos propongamos.

Isidro Jiménez







No hay comentarios:

Publicar un comentario