sábado, 28 de marzo de 2015

EL ESCARABAJO PELOTERO

EL ESCARABAJO PELOTERO


El escarabajo, ese insecto coleóptero, de antenas con nueve articulaciones terminadas en maza, élitros lisos, cuerpo deprimido, con cabeza rombal y dentada por delante y patas anteriores desprovistas de tarsos, busca el estiércol para alimentarse y hacer bolas, dentro de las cuales deposita los huevos.


Cara abajo o cara arriba podemos encontrarnos a este ejemplar porque en ambas posiciones este animalito se desplaza fácilmente asido a la pelota que, con arte y esmero, hace de excrementos, trabajando afanosamente como si estuviera en el arte de reciclar, que ahora nos apremia tanto a los humanos para evitar sumirnos en un mundo estercolero si no hubiéramos seguido los pasos de este coleóptero.

Hay más de 360 mil especies en todo el mundo, algunos se convierten plagas y son dañinos para los cultivos. El color y la morfología varía según la especie, pero todos tiene en común una boca con piezas masticadoras y alas delanteras duras como escudos que le protege el tórax. Disponen de alas para volar aunque no demasiado, haciéndolo sólo cuando resulta necesario, si bien algunos las tienen soldadas.


Estos diminutos animales, especialmente los escarabajos peloteros, los que encontramos en solitario por los caminos y senderos, haciendo bolas con los excrementos, siempre me han llamado la atención y por ello los he observado meticulosamente mientras hacían el nido de sus huevos, comiendo las boñigas de mulos y burros, y con sus excrementos hacían la bola que rodaban y rodaban hasta conseguirla de un tamaño de unos 5 cms. de diámetro, que será el nido de sus descendientes tras la puesta de sus huevos.

Recuerdo que a media tarde salí con mi  perro a dar un paseo por el camino que lleva este nombre, Paseo de Perros. Había a lo largo del camino gran cantidad de agujeros en sus lindes, donde se afanaban como estrepitosamente una gran cantidad de hormigas acarreando sin descanso granos de trigo del rastrojo más cercano. De pronto, entre todos esos seres diminutos negros de los hormigueros, vi uno no tan minúsculo también negro, como de un negro acerado, que luchaba por despojar de sus patas a las hormigas que sobre él se agolpaban, al mismo tiempo que empujaba una bola como de paja y barro mojado de la dureza de un adobe a simple vista, a la que daba empuje con las patas y todo su  cuerpo, poniendo en el empeño de que rodara toda su corpórea armadura, agrandándola y agrandándola a media que rodaba, con esa firmeza y ese tesón que caracteriza al más trabajador cuando ha de terminar la faena y se aproxima la caída del sol.


 Se había despojado ya de todas las hormigas, proseguía la marcha con su bola, como si fuera su trofeo. Entre tanto, yo no podía seguir en este momento mi camino. La curiosidad me podía. Debía quedarme y observar a dónde se dirigía o cuando de rodar pararía y como actuaría después, para conocer algo más de él.

Había una piedra en la linde del camino y allí me senté atónito a lo que veía y a la espera de lo que podía suceder, pues el sol se ponía y aquel animal no paraba y en su afán proseguía, como si también de noche fuera capaz de continuar en su afanosa tarea de transportar aquella mole y dejarla  en buen lugar que no fuera posible ser aplastada y destruida por el tránsito de otro mayor ejemplar que, con el pie, la pata o la rueda, la devastara y hecha polvo la dejara.



Estuve observando un buen rato, que para mi fue un instante. Al fin paró, la bola dejó de rodar, el escarabajo dentro de ella se metió, tal vez para protegerse, quizás para poner los huevos; no lo sé, el caso es que, se hizo de noche y debí marchar. Nunca más supe de él, pero en mi recuerdo perdura, con probable amargura, por lo bien que lo pasé, ese afán, esa dedicación, esa entrega, ese interés que ponía, que cada día al despertar traigo a mi memoria tratando de que perdure a  lo largo de mis actividades del día.

No puedo quedarme sin decir que no es lo más importante hacer la pelota, sino todos esos ambiciosos retos, atributos y cualidades que el animal pone de su parte en su trabajo, lo que debe servir de admiración para todos aquellos animales racionales cuya única meta es la pelota.

isidrojimenez.com


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