domingo, 29 de marzo de 2015

LO RUTINARIO DEL DIA A DIA

LO RUTINARIO DEL DIA A DIA


Es un día especial. Me despierto a las 10 de la mañana. Al mirar el despertador dudo si la hora es correcta o he de adelantarla, pues no recuerdo haberlo hecho. Me parece temprano y, media vuelta, sigo en el lecho. 


Una hora después quiero levantarme, pero no sé qué hacer. Tendré que desayunar, si no se me juntará con la hora de comer y no me parece correcto hacer una comida tras otra por la potra de estar durmiendo hasta tarde, sin haber tenido narices para antes salir corriendo por estar en una hora antes o en una después, que al fin y al cabo el cambio de hora yo no lo inventé. Al fin me levanto, soñoliento, con ojeras de fiera, que si me viera cualquiera de espanto y sin aliento correría como fuera. Me meto en la ducha, de jabón me embarro, con un gran aguacero me enjuago, para seguidamente enjutarme y disponerme a desayunar, con el fin de coger fuerzas antes de empezar.

Desayuno, café con leche y unos pastelitos de uno en uno. Vuelvo al lavabo, esta vez despierto y con otro talante, el que necesitaré para, después de afeitado, salir a la calle y parecer todo un señor, no un necesitado. Una vez allí y terminada la tarea de afeitar, me miro al espejo, me río, me hago unos guiños y yo mismo me sorprendo: me siento como un niño, he vuelto a renacer. Es fantástica esa sensación, te sientes de otro modo, ya no eres aquél que se despertó hundido, sino que has aprendido la mejor lección, que has de sentirte contento contigo mismo, armarte de valor y disponerte a tus tareas diarias dentro de tu gran armazón, que te sirve de defensa y te da coraje y confort.


No me privaré de decir que, de buena mañana, ciertas necesidades fisiológicas son las más lógicas de hacer y que, por tanto, no has de marcharte sin a tu cuerpo satisfacer, que has de ir ligero y no con lastre de barquero que te impediría moverte con soltura, trabajar con entusiasmo y comportarte sin tener que bajar tu rendimiento o esconderte de tus compañeros para expulsar no sé qué por el trasero. Mas sigue lo que el cuerpo te aconseje y nunca te dejes mal aconsejar en estos menesteres de la vida, porque si al cuerpo haces caso y de lo que te indique no olvidas, mejorará tu vida.

Pues bien, limpio como una patena, salí dispuesto a comerme el mundo, a realizar cuánto aquella mañana me había propuesto, pues amparado por cuanto hasta aquí he dicho, haría todo lo que me había planteado. Y así fue, cumplí todo lo programado. Actualmente me dedico a la bolsa, esa cosa que mucha gente no entiende, una actividad divertida y nada sosa, que consiste en comprar de aquí y de allá lo más barato y de mejor calidad, de modo que al final de mes te queden unos reales que hagan tu economía más confortable. Vi, comparé y compré y nunca olvidaré que, quedé tan satisfecho de lo que adquirí, que ahora podré pasar toda la semana con exquisita comida y frutas, hasta manzanas. No tendré que volver, si no fuera por ese pan diario de cada día, que es preferible comprar donde lo sepan bien amasar, de lo contrario te dan una pieza de masa y corteza sin más, que al pellizcarlo se hace difícil de tragar.



Cumplido he, como aquél diría, mi cometido del día, pero aquí no termina esta historia. El día es muy largo y la siesta no puedes perdonar, pues he oído que hasta los extranjeros se la vienen aquí a pegar y es que comer poquito y bueno, si no le acompañas la siesta, exaltado por la noche te despiertas como si te fueran horas a faltar por haber cometido al medio día esa fatalidad.

Hazme caso, la bolsa y la siesta, la siesta o la bolsa, te hará tu vida más sabrosa y más despierta.


isidrojimenez.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario