ME PREOCUPA LA RESURRECCIÓN
Nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica
que sin duda será en el “último día”;
“al fin del mundo” … “cuando se dé la señal por la voz del Arcángel, el propio
Señor bajará del Cielo, al son de la trompeta divina. Los que murieron en
Cristo resucitarán en primer lugar” (1a.Ts. 4, 16).
Este tema, al filo de la Semana
Santa, es reproducido una y otra vez en iglesias y ceremonias, siempre con el
juicio final de fondo, alentándonos a ser mejor para que, llegado ese momento,
podamos conseguir el beneplácito eterno.
A veces la terminología empleada en
las charlas, discursos u homilías, por los curas, lleva a la confusión de no
saber qué es la resurrección y si tiene algo que ver con la reencarnación. A este
respecto, hemos de decir desde ya, tajantemente, que la reencarnación no es
aceptada por la iglesia, en cuanto que la considera imposible. Además la
reencarnación se daría en un cuerpo con las mismas debilidades: la muerte, el
envejecimiento, el sufrimiento, etc.
La resurrección se produce el último
día. Supongo que se refieren al último día de cada uno, o ¿hemos de morirnos
primero y esperar a que termine el mundo para que, todos muertos, resucitemos y
adquiramos un cuerpo glorioso que nunca moriría, ni envejecerá y no conocerá el
sufrimiento ni la enfermedad?
Pienso en todo esto y me entra una
gran preocupación, primero porque ¿quién me puede explicar ésto?, porque
cualquiera que no haya resucitado, que son los que siguen viviendo entre
nosotros, no deben tener ni idea de lo que es y significa y los que ya
resucitaron, -Jesucristo, la Virgen-, ya están en el cielo y no nos lo pueden
contar, y segundo, porque me vienen mil preguntas, pero tres principalmente:
¿Resucitaremos en las mismas
condiciones los malos y los buenos?
¿Viviremos unos y otros en las mismas
condiciones y el mismo lugar?
¿Dónde viviremos, si se ya no existe
el mundo porque ha llegado a su fin?
Preguntas todas estas sin duda
asfixiantes, que te encogen el cuerpo y el espíritu sólo con pensarlo.
Y a medida que sigo pensando en todo
esto, trato de encontrar argumentos que puedan consolarme y se me ocurre, a
bote pronto, que no estaremos tan mal donde quiera que sea y que tampoco
debemos recibir trato diferente unos y otros en razón de nuestro comportamiento
durante nuestra vida, porque cómo un Dios que ha muerto por nosotros y que perdona todo cuanto mal hacemos, nos va
dejar de perdonar en el último momento, cuando hemos de pasar a esa otra vida
que nos depara la resurrección.
También se me ocurre que, como todo
es relativo, cada individuo tendrá sus ideas sobre lo que es el bien y lo que
es el mal, de modo que, si no sabemos el significado de cada término, es muy
probable que, haciendo el mal, podemos creer que estamos haciendo el bien, o
que confundamos lo que hacemos bien creyendo que hacemos el mal.
Para terminar, considero que no hemos
de hablar de el bien o el mal, sino de hacer el bien o hacer el mal a alguien,
pues en el hacer, con nuestros actos, podremos detectar si para ese alguien,
aquél a quien hacemos algo, es bueno o malo nuestro actuar.
Ese alguien es el prójimo, aquél con
el que convives cada momento de tu vida. Es a quien debes preguntar si estás
haciendo el bien o el mal, independientemente de que Dios nos perdone a todos,
buenos y malos, porque haciendo el bien al prójimo, lejos de pensar en si
tendrás mejor o peor trato después de la resurrección, habrás contribuido a
conseguir un mundo mejor.
Reflexiones de isidrojimenez.com
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