LO QUE NOS QUEDÓ POR HACER
Voy caminando y caminando por un camino
que parece no tener fin, repleto a sus lados de campos verdes, ocres y
amarillos, llenos de siembra unos, de siega otros y algún otro sin labranza,
llenos éstos de margaritas, amapolas, cardos, borrrajas, dientes de león,
cerrajas, algún espárrago de tamarilla y, en la parte más fértil de estas
tierras hasta plantago, verdolaga, tagarmina, uva de gato y algún otro matojo,
que parecen sembradas, plantas todas ella propias del milagro diario de la
naturaleza que da nacimiento a cuantas semillas quedan depositadas en la tierra
sin una ayuda especial del hombre, pero sí arrastradas por la fauna y los
fenómenos atmosféricos.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDyIxzltxZFZVUi_pAfsACpx3vPo7xettVN9DHIBkOSJR7M5Nc05gGijnClD54PL4D3XLO1E_MghNB4t5OKn9-bUp-fe4Mqy5Dn_B_V-WSX1pvT54cL9jUBKDw1bUjJ-4i3q8TnkIYjI8/s320/Y6.jpg)
Con todas estas plantas en mi retina,
con un paisaje de estas características, cual planicie interminable llena de
olor y color, como un gran mantel de diversidad de tonalidades y plantas
diversas que invitaban a retozar galopando al igual que caballo desbocado,
seguía y seguía sin saber a dónde, pero disfrutando como tiempo ha no lo hacía,
en medio de la naturaleza solo y a la vez con tanta compañía.
Llegado a un punto del camino, me
encuentro entre dos enormes robles y extiendo las manos tratando de asirlos,
convirtiéndome entre ambos en hilo conductor de sabia y camino de iones
negativos, como cuando agarras dos cables eléctricos, uno con cada mano,
haciendo de puente conductor de esa energía que nos aclara la noche al encender
las bombillas. Me sentí lleno de energía, de la que corre por los árboles desde
las raíces hasta la copa, que todo mi cuerpo se estremecía y mentalmente me
sumía en un renacer de la naturaleza, como si de las entrañas más profundas de
la tierra surgiera y tratara de elevarme en busca de las nubes que por encima
de mi corrían sombreando aquellas planicies multicolores repletas de múltiples
hierbas y flores.
En mi mente quedó grabada aquella
singular experiencia de cable conductor entre dos enormes árboles, al igual que
hubiera podido hacerlo enlazando dos torres de tendido eléctrico como
conductor de energía, sin que por ello me hubiera electrocutado. Y esa
experiencia, sobre la que pensaba y en mi mente daba vueltas mientras volvía
por el camino que regresaba, me reconfortó y me llevó a darle aplicaciones
diversas en la vida. Si yo había servido de puente de esa energía, - pensaba -,
cuántas veces hubiera podido ser conductor de todos mis pensamientos, mi
conocimiento, mi vitalidad, mi fortaleza, mi ánimo, mis ilusiones, mis sueños,
mis inquietudes, mis ideas, en fin, de toda mi vida, transportándolos a quienes
me conocieron por si de algo les servían.
Pasamos tantas cosas por alto en la
vida que, en algún momento del camino, llegamos al convencimiento de que algo
se nos quedó por hacer, que a cuanto hicimos le faltó algo de pintura, que
cuando pintábamos quizás hubiéramos de haber dado alguna capa más, tratando de
hacer lo que se nos quedó en el tintero y de utilizar más tinta en cuanto
hicimos.
Isidro Jiménez