Poco más se puede añadir al claro discurso del Papa Francisco en la Curia Vaticana. Lo que debía ser un apacible encuentro curial para felicitar la Navidad, el Papa lo convirtió en un repaso general a lo que podrían llamarse los pecados capitales de la compleja nomenclatura vaticana. El Papa ha criticado con dureza, ante cardenales, arzobispos, obispos y monseñores de todos rangos, así como laicos al servicio de la curia, la patología del poder instalada en el Vaticano. A modo de resumen, estos pecados o vicios son:
- Sentirse inmortal, inmune o indispensable. Sentirse elegido
- Trabajo en exceso (martalismo)
- Petrificación mental o espiritual
- Excesiva planificación y funcionalismo
- Mala coordinación
- Alzheimer espiritual
- Rivalidad y vanagloria
- Esquizofrenia existencial
- Habladurías y chismorreos
- Divinización de los jefes
- Indiferencia hacia los demás
- Cara fúnebre
- Acumulación de bienes materiales
- Círculos cerrados
- Beneficio mundano y exhibicionismos
A diferencia de los pecados capitales, que son siete, y son considerados vicios graves, las enfermedades graves señaladas por el Papa Francisco tienen diferente consideración. Se podrían añadir algunos más, como por ejemplo el gusto por el lujo y la buena vida, aunque se les puede dar cabida en algunos de los enumerados por el Papa. Cogidos en su conjunto, estos vicios representan una total descalificación de los poderosos y acomodados agentes curiales monseñores. Fueron significativas las imágenes de caras largas y sorpresas que se pudieron ver en la sala Clementina del palacio Apostólico cuando el Papa iba desgranando, en un largo discurso, estos pecados. Como también fueron elocuentes las manos caídas a la hora de aplaudir las palabras del Papa Francisco. De nuevo, el Papa ha testado testimonio de una fuerza admirable y bastante tiempo esperada.
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