LA CRUDA REALIDAD.
(Relato corto de isidrojimenez.com)
Sentado con aplomo, bien asido al sillón, con los pies sobre la tierra, miraba perplejo por la ventana de mi habitación aquella mañana que me disponía a enfrentarme con la rutina diaria después de mi despertar. Con el cristal subido divisaba el ajetreo de la gente y escuchaba el runruneo de los coches y el zumbido de las motos. Me preguntaba por qué debía salir y hacer frente a ese bullicio siendo parte de él, o sí, quedándome allí observando, viviría la realidad de lejos. Tras unos instantes de reflexión, no pude levantarme. Sentía pánico al exterior. Decidí quedarme sentado en el sillón de mi habitación. Seguí observando por la entreabierta ventana el ir y venir de cuanto en la calle se movía. Me vino de pronto a la imaginación la semejanza de lo que veía con el ajetreo de un hormiguero, en donde las hormigas recorren metros y metros para transportar alimentos, soportando hasta 10 veces su peso. Sin duda las hormigas están mejor organizadas, - pensaba entre mí -, no se estresan tanto, son muy laboriosas, cumplen con su cometido, no pierden la carga y siempre la depositan en el almacén del hormiguero.
De lejos se ven las cosas de otra manera: las montañas se vuelven más pequeñas, el mar se muestra más calmado, las ciudades y pueblos más recogidos, el cielo y las estrellas más uniformes y, sobre todo, los problemas grandes y más acuciantes se nos muestran más llevaderos y menos apremiantes, por ello, cuando volamos, todo lo que tan complejo abajo divisamos nos parece más simple y hasta más armonioso.
Pensando en la laboriosidad de las hormigas y mirando como si me encontrara en una nube, con la fuerza y entusiasmo de trabajo que me proporcionaba pensando en aquéllas y con lo nimio e insignificante que me parecía todo en mi reflexión lejana desde la nube, me armé de valor, me levanté de aquel sillón, tomé aire, tensé los pocos músculos que me sentía y decidía salir a la calle.
(Relato corto de isidrojimenez.com)
Sentado con aplomo, bien asido al sillón, con los pies sobre la tierra, miraba perplejo por la ventana de mi habitación aquella mañana que me disponía a enfrentarme con la rutina diaria después de mi despertar. Con el cristal subido divisaba el ajetreo de la gente y escuchaba el runruneo de los coches y el zumbido de las motos. Me preguntaba por qué debía salir y hacer frente a ese bullicio siendo parte de él, o sí, quedándome allí observando, viviría la realidad de lejos. Tras unos instantes de reflexión, no pude levantarme. Sentía pánico al exterior. Decidí quedarme sentado en el sillón de mi habitación. Seguí observando por la entreabierta ventana el ir y venir de cuanto en la calle se movía. Me vino de pronto a la imaginación la semejanza de lo que veía con el ajetreo de un hormiguero, en donde las hormigas recorren metros y metros para transportar alimentos, soportando hasta 10 veces su peso. Sin duda las hormigas están mejor organizadas, - pensaba entre mí -, no se estresan tanto, son muy laboriosas, cumplen con su cometido, no pierden la carga y siempre la depositan en el almacén del hormiguero.
De lejos se ven las cosas de otra manera: las montañas se vuelven más pequeñas, el mar se muestra más calmado, las ciudades y pueblos más recogidos, el cielo y las estrellas más uniformes y, sobre todo, los problemas grandes y más acuciantes se nos muestran más llevaderos y menos apremiantes, por ello, cuando volamos, todo lo que tan complejo abajo divisamos nos parece más simple y hasta más armonioso.
Pensando en la laboriosidad de las hormigas y mirando como si me encontrara en una nube, con la fuerza y entusiasmo de trabajo que me proporcionaba pensando en aquéllas y con lo nimio e insignificante que me parecía todo en mi reflexión lejana desde la nube, me armé de valor, me levanté de aquel sillón, tomé aire, tensé los pocos músculos que me sentía y decidía salir a la calle.
Había vencido el pavor a esa cruda realidad que a menudo nos atenaza.
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