No puedo
coger la pluma de tanto frío como tengo. Congelado estoy, diría yo y todo
porque este verano todas las fuerzas de la naturaleza se han aunado para
recordarnos que existe el sol y que el calor no se disipa por chiripa, sino
cuando lo desplaza el frío al que no da el sol. Hay que ponerse a la sombra
pues, para que no resbale la pluma y se emborronen las letras con tanto sudor
entre las cejas que se desplomen al papel y a las palabras las haga
desaparecer.
No podemos
exponernos al sol, si queremos estar frescor y escribir lo mejor en un ambiente
refrescante y sin calor que no nos haga escribir algo que dé el cante. Cante o
no cante, tenga aceptación o no, una buena lectura te lo agradecerá el lector,
de ahí que tu empeño deba ser que tu pluma rastree de ti lo mejor, de modo que
el que te lea, aunque no te conozca, vea que en tus escritos hay parte de tu
corazón.
Y en ese
empeño, comienzo a escribir, sin saber muy bien ni tener perfilado el qué y el
cómo lo voy a decir. Por ello ahondo en mi interior y revivo episodios de mi
vida que nunca pudieron tener para mi mejor aceptación. Episodios de toda una
vida que revolotean, un día sí otro no, a mí alrededor.
Son las
cinco de la madrugada y qué alegría que no veo ningún rayo de sol todavía, tal
vez porque no amaneció. Doy mis primeros plumazos sobre el papel, me levanto
del escritorio, corro las cortinas, abro la ventana, asomo la cabeza al
exterior y me llevo una sorpresa: otra vez somos presa del calor, ha aparecido
un primer rayo de sol. Tiro la vista a la lejanía, diviso el mar de agua azul,
observo en el horizonte el primer resplandor, no hay ni una nube, el cielo está
limpio tan solo moteado por las gaviotas que se desplazan como aviones caza y
aterrizan en su aeropuerto, la arena, donde pasean y picotean, dos actividades
que les llena. Poco oleaje, más bien aguas quietas se aprecian desde mi ventana
y ello me tira a ir dar un baño, para soportar mejor estos días del año en que,
no nos llevemos a engaño, el calor es más caluroso que el de antaño, porque
antes, hace unos años, no había tanta UVA como desprenden ahora los rayos
solares, que parecen querer derretirnos, aunque sin atino, pues las cremas protectoras
mantienen a la uva en una constante zozobra.
Mientras
sigo enfangado en mi escritura, pasada media hora más, ya se adentran los rayos
solares por los pilares de mi casa. Ahora ya tengo luz, ya no es escasa y he de
bajar los toldos que la rebajan, para encontrarme en ese ambiente más fresco y
oscuro que te relaja, como única manera de sentirte protegido de ese sol que te
derrite y desgaja y se adentra en la piel como una navaja. Pero, aun así y ha
pesar de estas medidas, el calor hace su presencia y he de cerrar ventanas,
encender el aire acondicionado, de lo contrario para escribir me encuentro condicionado
y no sé si sabré decir todo aquello que quiero escribir, al menos con la
claridad y espontaneidad que requiere el tema a tratar, pues, aunque a estas
alturas de la mañana todavía no lo he comenzado, tengo en mente trazos de lo
que será y que tiene relación con cuanto he dicho ya: el cambio climático.
Si no reducimos rápida y drásticamente las emisiones
de gases efecto invernadero en
todo el mundo, los impactos del cambio climático serán realmente graves y
drásticos. Las emisiones de este tipo de gases han aumentado mucho desde la
época preindustrial.
El modelo energético global basado en la quema de combustibles
fósiles, es el problema. Los impactos del cambio climático ya son perceptibles, y son evidentes
por estos datos, como:
- El aumento de la temperatura global de 0,85 ºC, el mayor de la
historia de la humanidad.
- La subida del nivel del mar.
- El progresivo deshielo de las masas glaciares, como el Ártico.
Pero hoy también podemos ver los impactos económicos y sociales, que serán cada vez más graves, como:
- Daños
en las cosechas y en la producción alimentaria.
- Las
sequías.
- Los
riesgos en la salud.
- Los
fenómenos meteorológicos extremos, como tormentas y huracanes.
Y es que el 97% de los científicos está de acuerdo en que el
cambio climático está sucediendo ya, y que está generado por los gases de
efecto invernadero emitidos por el ser humano. El sector energético es el mayor
responsable debido a su uso de energías sucias (petróleo, carbón y gas). Unas
90 empresas son responsables de casi las dos terceras partes de las emisiones
mundiales.
Los expertos marcan el aumento de 2 ºC de temperatura como el umbral que no
debemos alcanzar si
no queremos vivir los peores impactos del cambio climático. Sin embargo, en los
peores escenarios probables que los expertos reflejan, el aumento de
temperatura podría llegar a los 4,8 ºC para final siglo. Además, las
inversiones para la adaptación al aumento de la temperatura serán mucho más
elevadas cuanto más tardemos en actuar. Según el Banco Mundial, las pérdidas
por los desastres naturales alcanzan los 3,8 billones de dólares desde 1980.
España está entre los países más incumplidores del Protocolo de Kioto, lo
que nos ha llevado a gastar 800 millones
de euros en la compra de derechos de emisión. Por si eso fuera poco, la última
reforma del sector eléctrico frena las energías renovables, penaliza el
autoconsumo energético, y fomenta energías sucias, como la extracción de
petróleo y el fracking (un sistema altamente contaminante que
permite extraer gas o petróleo fracturando el subsuelo).
La solución es una revolución energética que transforme el sistema hacia las
energías renovables, la eficiencia energética y la inteligencia. El desarrollo
de estas energías será una fuente de empleo y reducirá los costes de la electricidad.
Y ahora,
al final de este tema que he esbozado, solo porque este año tanto calor y tanta
temperatura el sentimiento me ha tocado, he de invitaros a mis lectores a que
luchéis por la solución expuesta y manifestéis vuestra repulsa por esos gases que
nos llevan al desastre.
Isidro Jiménez
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