En 1973
se creó el Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario en el que se refunde el
Servicio de Concentración y el Instituto de colonización y a su vez se promulga
la Ley de Reforma y Desarrollo Agrario (LRYDA), que en su Título VI contiene el
procedimiento de concentración parcelaria. Con dicha Ley se realizaron gran
número de concentraciones y posteriormente, a medida que las Comunidades
Autónomas van adquiriendo competencias, algunas promulgaron leyes sobre esta materia,
pero en términos generales son muy similares a la mencionada LRYDA, ya que es
difícil realizar el procedimiento de otro modo.
Cuando nos
referimos a la concentración parcelaria, se habla de rentabilizar las
explotaciones agrarias, mediante la reordenación de territorio y la
redistribución de la propiedad. Visto así todo son ventajas.
Efectivamente el
progreso en el campo y su explotación no se lleva bien con la división y la
fragmentación de tierras y propiedades. Si se pretende una mayor rentabilidad
de las tierras, una mayor producción con menor coste y menor gasto, es evidente
que habría que desterrar la histórica fragmentación de terrenos producidos a lo
largo del tiempo principalmente por particiones por herencias de varias generaciones,
que han sido una dificultad e impedimento para el crecimiento de las
explotaciones agrarias, la utilización de maquinaria y un excelente
aprovechamiento de la superficie.
Seguramente todos
recordamos cuándo se empezó a trabajar en el empeño de hacer esa concentración
parcelaria en Sisante, que despertó incredulidad para muchos que no lo veían
viable, ni tampoco podían aceptar que aquella viña u olivar que fue de su padre
o abuelo, cayera ahora en manos de otro que no había dejado allí el sudor de su
frente, como se temía que no fuera, esa concentración y posterior reparto, de
equidad, en donde todos salieran ganando y nadie perdiera, un final increíble y
harto difícil. Y también, por qué no decirlo, despertó en otros la posibilidad
de aunar sus pedazos en una o dos grandes parcela, que hubieran facilitado su
explotación, su venta, o su alquiler. Pero todo quedó en agua de borrajas a
juzgar por los resultados.
Seguramente después
también, pasado el tiempo sin haber prosperado aquel empeño por unir tierras
que facilitaran las tareas agrícolas, más de uno habrá comprobado, aunque se
opusiera en su momento, que lo que se pretendía hubiera sido beneficioso para
el pueblo. Y es que, con los procesos de concentración parcelaria se pretende
conseguir una ordenación de la superficie agraria que permita un uso adaptado a
las necesidades agrícolas y forestales de cada zona.
En Sisante se
pierde el tiempo en traslados y desplazamientos a las distintas tierras, en el
transporte de maquinaria y aparejos y el dinero en gasoil y, respecto al agua,
tampoco es factible con una sola toma abastecer de agua las distintas tierras
dispersas, amén de otros inconvenientes, de recogida, siembra, siega, vendimia,
etc., que son conocidos por cualquier agricultor.
El por qué no fue
posible la concentración en un pueblo como el nuestro, en donde las parcelas
son cada vez más pequeñas y algunas en desuso por no rentables, ahí queda en
las mentes de quienes no lo facilitaron o no lo hicieron posible. No me voy a
meter en este tema, aunque, supongo que las propiedades se hubieran
revalorizado, lo que precisamente no hubiera facilitado la compraventa de las
pequeñas tierras que ahora se comercializan a bajo coste. Tal vez es más
interesante que esas minúsculas tierras sigan no siendo rentables y mantengan
su precio bajo para quienes van formando sus grandes predios, como si fuera una
concentración parcelaria privada.
No obstante,
cuesta creer que pueda alguien negarse a los beneficios que conlleva la
concentración, en donde, como decíamos al principio, todo son ventajas, porque
con el incremento del tamaño de una explotación se optimizan los recursos de la
misma y se obtiene una racionalización del capital, utensilios y fuerza de
trabajo. Pero sin duda debió haber quienes se opusieron y dificultaron que se
llevara a cabo la concentración, y ha de ser así porque no quedó constancia que
hubieran surgido dificultades técnicas en la elaboración del proyecto, ni que
fuera la distinta orografía o los distintos cultivos del término municipal los
que impidieran hacerla. Ha habido otros pueblos de peor orografía y de mayor
diversificación de cultivos que hoy están encantados de haber echo en su día la
concentración. Algunos de esos pueblos son limítrofes con el nuestro.
Pero ya no se
trata de lamentarse de algo que no llegó a ser, sino de tomar nota del gran
error que, consciente o inconscientemente, se cometió y no hubo la suficiente
concentración, esta vez de personas implicadas, que dejando fuera del
procedimiento a los opositores, defendieran la concentración parcelaria como
algo vital para el pueblo y sus agricultores. Recuerdo el empeño y el coraje
que aunó a los habitantes de este pueblo
para defender la cobertura sanitaria, pues ese mismo espíritu debió imperar en
defensa de la concentración.
Decíamos que todo son beneficios, pero en honor a la verdad
también hay perjuicios. Ambos los expongo a continuación:
Beneficios:
-Saneamiento de la
propiedad , mediante la identificación, titulación y registro de la
propiedad rústica, reduciendo con ello la litigiosidad sobre los predios y
simplificando la tramitación de las ayudas relacionadas con la agricultura y
ganadería, petición de subvenciones, tramitación de cualquier incidencia legal,
etc.
-Mejora el
aprovechamiento y la rentabilidad, al reducir el número de fincas y aumentar su
superficie y al aumentar la dimensión media de las mismas, la puesta en
valor de zonas marginales, las mejores formas geométricas derivadas de la nueva
red de caminos y el agrupamiento de los lotes por explotaciones.
Hay que decir que las obras propias a la concentración
parcelaria (red de caminos, red de saneamiento, restauración del medio natural,
etc.) están consideradas de interés general y son sufragadas íntegramente con
cargo a los presupuestos de las Comunidades Autónomas, es decir, son totalmente
gratuitas para los propietarios y conllevan una mejora general de las infraestructuras mediante el diseño de
una red de caminos con anchura y características adecuadas a los medios de
producción de una explotación moderna, favoreciendo el drenaje de las fincas y
dotando a todas las fincas de reemplazo de acceso directo a camino eliminando
las servidumbres de paso, salvo casos excepcionales.
-Aumento de la vida útil de la maquinaria, sobre la base de una menor necesidad
de transporte debido a la mejora de caminos y a la disminución en el número de
maniobras al presentar las nuevas fincas una mayor dimensión y mejor trazado.
-Un uso más racional del
agua. La nueva ordenación del territorio y las infraestructuras
generadas favorece la instalación de nuevos sistemas de riego.
Hay una serie de actuaciones para corregir problemas vinculados
a la concentración de actuaciones de restauración medioambiental, como: la
revegetación de arroyos, restauración de canteras, creación de espacios
arbolados, recuperación de fuentes y abrevaderos, creación de zonas de
esparcimiento, etc.
Prejuicios:
Respecto al costo económico, el proceso es muy largo, de unos 10
años desde el inicio hasta la toma de posesión y la entrega de las escrituras.
Además, este tiempo supone una cierta paralización en la explotación agrícola
de la zona.
Costo medioambiental, con la desaparición de márgenes, ribazos y
espacios perdidos, que va en contra de la flora y fauna que en ellos habita. Además,
el mayor rendimiento que se obtiene una vez se finaliza el proceso con
frecuencia se debe a un mayor uso de productos químicos, motivo por el que la
concentración parcelaria entra dentro de los anexos de la ley de evaluación de
impacto ambientales. Los efectos son de gran alcance, por el resultado de una
concentración poco sensible es un desmonte general de las lindes, una
parcelación diseñada con criterios análogos a los de un polígono industrial, y
la generalización de las alambradas como procedimiento universal de cierre.
Con posterioridad se producen actuaciones en cascada tendentes a
mejorar los drenajes de las tierras, eliminar obstáculos que dificulten la
mecanización y el cultivo de las parcelas y allanar los accesos a las fincas.
A la vista del tiempo que conlleva este procedimiento de
parcelación y determinados inconvenientes y, a su vez, ventajas, aquí dejo este
sentir de este sisanteño que espero sea de tu agrado.
Isidro Jiménez