LA VIDA A GALOPE CON SUS INQUIETUDES AL FINAL DEL AÑO 2016
Empezábamos hace ya casi 365 días un año nuevo y ya no nos acordamos de
ello porque ahora nos distrae el final
del mismo. Es como si fuéramos haciendo desaparecer el pasado con la goma de
borrar del presente, un presente siempre diferente o semejante con distintas
connotaciones y en otras circunstancias o situaciones. El caso es que avanzamos
a un ritmo tal que nos comemos los años arrancando las hojas del calendario de
una forma trepidante, como si fuéramos deshojando nuestra vida con nuevos
acontecimientos. Tenemos la sensación de que ahora duran menos los años y que
transcurre más deprisa la vida, en la que ocurren tantas cosas y nos satura
tanta información que nos deja la sensación de estar perdiéndonos muchas cosas
en un mundo en que no podemos acapararlo todo. Nos sentimos un poco como volando
por la vida sin bajar a tierra para picotear todo cuánto ocurre, como quien
pasa las hojas del libro sin leerlo porque intuye de qué trata y no nos paramos
a saborear los contenidos para entenderlos.
Llega el final del año y estamos pensando en el que viene, tratando de
adelantarnos a los acontecimientos y así se nos pasa la navidad sin pena ni
gloria o ambas cosas porque de todo hay en estas fiestas tan señaladas. Fiestas
que a unos les encantan por la propia singularidad de la navidad, porque reúne
a las familias, porque pasan unos días liberados del trabajo, porque se van a
la nieve, por la representación de los actos religiosos, por las comilonas, por
mil cosas y que a otros les da pavor porque
echan de menos a seres que perdieron que ya no están en la celebración, por una
mala situación económica que les despierta una sensación de inferioridad
respecto a los que celebran la navidad con opulencia, porque odian el ajetreo
imparable de tantas compras y la ansiedad por adquirir los mejores manjares, el
visitar los mejores restaurantes, la adquisición de la mejor ropa y porque para
ellos no tiene un significado especial la navidad y otras tantas cosas.
El caso es que la navidad nos agita a unos y a otros de modo que, para bien
o para mal, en el fondo todos estamos pensando que cuándo se terminará y cuándo
volveremos a la vida cotidiana, en que ya no hay que preocuparse por qué comer,
qué ponerse para lucir, que regalos hacer, que juguetes regalar y sentirse como
más igual a los demás.
Y en ese galopar se amontona la navidad con la noche buena, los santos
inocentes, la noche vieja de fin de año, Año Nuevo, los Reyes, San Antón y otra
vez al carnaval, fiestas todas ellas sombreadas por las incertidumbres en los
temas económicos y políticos a los que ya nos hemos acostumbrado de tal manera
que casi pasamos por alto y no recordaríamos de no ser por las incesantes
noticias con las que nos abruman.
En el tema político ya tenemos
gobierno, aunque sometido a acuerdos con otros partidos, y ya respiramos de
forma más sosegada y en el plano económico se cierne una de esas sombras de
incertidumbre y de alta preocupación y es que se visualiza un horizonte gris del sistema
de pensiones español, situación que, si bien ya se veía venir, ha llegado antes
de lo previsto, debido a la reciente crisis económica. Metiendo en el mismo
saco cotizantes, pensionistas, pensiones crecientes y de mayor cuantía, más
esperanza de vida, menos nacimientos, etc. etc., podríamos decir, como algunos
se han atrevido a bendecir, que el sistema padece de anemia, al ser sus
recursos insuficientes y arrastrar un déficit de miles de millones de euros.
Esto se debe a una base menor de cotizantes y un número de pensionistas mayor
que hace 10 años, unido a la percepción de la renta durante más tiempo por el
incremento en la esperanza de vida. Sin cambios en el actual modelo de
financiación de la Seguridad Social, el reto demográfico implicará la pérdida
del poder adquisitivo de las pensiones públicas.
Por tal motivo, el Gobierno lleva adelante
actualmente la sexta reforma de pensiones, a través del Pacto de Toledo, que ha
levantado muchas expectativas y esperanzas de alcanzar un consenso y dar
respuestas sensatas a la urgencia de soluciones estructurales, eficaces y
duraderas que curen al paciente. El punto de partida debe ser muy claro: la
previsión social en su esquema actual es insostenible. Y el primer paso, en
este arduo recorrido, es tener presente en todo momento una visión global de
los tres pilares que la sostienen: Seguridad Social, previsión empresarial y
previsión individual. Sin perder la relevancia, el primer pilar necesita de los
otros dos para la canalización de un mayor caudal de ingresos ajenos a las
cotizaciones sociales.
La sostenibilidad de las pensiones es una de las
prioridades en este inicio de legislatura; el sistema acarrea un déficit del
1,6% del PIB, el principal responsable del incumplimiento de los objetivos de
déficit y la hucha de las pensiones se agotará en 2017. Se barajan opciones
como elevar los ingresos y eliminar los topes de cotización. También está sobre
la mesa pagar las pensiones de viudedad y orfandad con impuestos y elevar la
cotización de los autónomos.
El tope actual de cotización es de 3642 euros al mes. Los
empresarios cotizan por el 23,6% del salario y los trabajadores por el 4,6%, Esto
implica que los empleados que ganan más solo cotizan por esta cantidad, es
decir, abonando 859 euros la empresa y 171 euros el empleado. Eliminando estos
topes máximos, la carga de cotizaciones de empresa y trabajador crecería para
los salarios más altos. Lógicamente, si se eliminan estos topes máximos los
ingresos de la Seguridad Social crecerán, aunque solo para estos salarios, que
son menos del 10% del total. El empleado lo notará en que paga más cotizaciones
y en que su puesto de trabajo es más caro para la empresa. Además, dado que las
pensiones están también limitadas, cuando se jubile la relación entre la
pensión y lo que ha contribuido será más desfavorable.
Otra de las opciones es que las
pensiones de viudedad y orfandad, que no dependen de la contribución a la
Seguridad Social del pensionista sino de sus circunstancias vitales se paguen
con impuestos. Estas pensiones suponen 2.400 millones al año para las arcas de
la Seguridad Social aunque, lógicamente, habría que cuadrar las cuentas
públicas por otro lado. Es una propuesta que viene de lejos, y tanto expertos
como partidos o sindicatos han abogado por este cambio de modelo, que ayuda a
clarificar las fuentes de financiación de las pensiones.
El Pacto de Toledo, donde se toman
los acuerdos sobre las pensiones, aconseja que cada régimen de la Seguridad
Social se autofinancie. Actualmente el régimen de autónomos acarrea un déficit
de unos 7.000 millones de euros; proporcionalmente, el triple del desequilibrio
en el régimen general. Hasta la fecha, subir las cotizaciones de los autónomos,
parece ser sería una medida voluntaria., por lo que a priori no debe causar
preocupación a los autónomos.
La amplia gama de incentivos a la contratación supone también menos ingresos para el
sistema de un montante de 1.900 millones de euros por las reducciones de
cotización para determinados contratos. Por este motivo Hacienda ya ingresa en
la Seguridad Social 1.800 millones al año para compensar por tarifas planas de
cotización o bonificaciones, aun así las reducciones de cotización generan
déficit. Se propone al respecto transformar este último modelo en una
bonificación para que se sufrague con cargo al presupuesto. El efecto sería el
mismo que el de cambiar la financiación de viudedad y orfandad: menos déficit
para la Seguridad Social pero más en la administración del Estado.
¿Estamos en la buena línea para dar
soluciones a este problema que nos acucia? ¿Debemos preocuparnos porque llegue
el momento de que no puedan pagarse las pensiones? Sería catastrofista dejar a
los pensionistas sin su pensión. Las que se barajan y otras muchas opciones, si
se quiere y no hay más remedio que querer, pueden solucionar el problema,
porque dejar de pagar las pensiones no es posible en el peor de los casos, pues
si bien es verdad que en la seguridad social hay 2 x 1, es decir que cotizan
unos 9.000.000 y cobran pensión unos 18.000.000, o sea, que cotizan dos por
cada pensionista cuando deberían cotizar al menos 4 x1, es posible encontrar
las fórmulas necesarias, que las hay, para que la Seguridad Social pueda
autofinanciarse sin tener que pagar pensiones que no sean propiamente
contributivas. No seamos pues catastrofistas.
Un problema más realista es si las
pensiones podrían pagarse en el futuro, porque el sistema de sostenibilidad
actual garantiza su pago pero no su cuantía, lo que siembra inseguridad a los
pensionistas actuales y a los futuros aspirantes. Dentro de 25 años habrá el
mismo número de trabajadores cotizantes que pensionistas, lo que dificulta la
sostenibilidad de las pensiones. Y aunque los expertos, o mejor los banqueros,
estén por vender para un ahorro futuro planes de pensiones privados, los
españoles no acaban de entender por qué han de ahorrar privadamente si ya hacen
sus aportaciones a la Seguridad Social para tener una pensión digna.
En todo este entuerto de las
pensiones, el caso es que los gastos de la Seguridad Social han alcanzado los
140.626 millones anuales en el último trimestre, si bien en el periodo de julio
y septiembre ingresos y gastos han crecido casi a la par con un aumento de
1.300 millones en ambos casos, pero que eso no tapa el déficit puesto que los
ingresos han sido de 123.331 millones al año, lo que deja patente la gravedad
del problema y no permite lanzar las campanas al vuelo. La estimación de
crecimiento para 2017 de 2,3 % no anticipa mejor augurio, según el informe de
análisis que reflejan los expertos. Habremos de esperar pues a que el estudio
de cada medida y las aplicaciones de cada una de las opciones que están sobre
la mesa, tengan el tratamiento más eficaz para solucionar el problema que se
arrastra en el este tema, sin que haya un empeoramiento ni de las pensiones ni
de sus requisitos de acceso.
Y terminando con el principio, la
vida sigue y sigue sin parar, hasta el punto de que estamos a las puertas de un
nuevo año, en que estos problemas no deben empañarnos una feliz navidad y un
aventurado año nuevo. Así lo deseamos.
Isidro
Jiménez