martes, 24 de marzo de 2015

EL ENEMIGO DE LA CREATIVIDAD

Con frecuencia nos dejamos llevar por una serie de hábitos o costumbres en nuestra vida, cayendo a veces en una rutina continua, que nos puede llegar a producir cierto hastío debido al automatismo con que desarrollamos cada una de las cosas que hacemos en nuestro día a día.


La rutina, esa costumbre arraigada de hacer las cosas, nos conduce a adquirir hábitos en la práctica, que nos capacita y permite para hacer algo de forma automática e inconsciente aun cuando estemos pensando en otra cosa diferente. Esos hábitos rutinarios a los que nos acostumbramos tan fácilmente, son en cierto modo adictivos, pues los practicamos de forma repetitiva y sin ser conscientes de ello y, porque ese aprendizaje habitual y rutinario, nos facilita la vida, nos la hace más cómoda, porque no hemos de pensar tanto ni prestar tanta atención a cada una de las cosas que hacemos. De ahí que fácilmente nos enganchemos y dejemos arrastrar por esa forma de actuar.

Me pregunto sí esa rutina, la que podría tildarse también como costumbre, hábito, uso o repetición de hacer las cosas, aunque nos ofrezca cierta comodidad, nos aleja de algún modo de la realidad, no teniendo conciencia del presente y de cada uno de los momentos que vivimos. Por la rutina, podríamos decir, nos perdemos muchas cosas de nuestra vida y no gozamos al hacerlas porque las realizamos inconscientemente. Es más, podemos llegar a la rutina cosmocócica, o lo que es lo mismo, abominable, que podemos llegar a aborrecerla porque nos sumerge en el hastío más profundo, restando a nuestra vida cierto sentido y alegría de vivir, sentir y regocijarse en y con cada una de las cosas que realizamos en nuestro vivir diario. Estaríamos, llegados a este extremo, en una vida a la que le falta sentido, sumergida en un hastío continuo y permanente, porque hemos llegado a extender la rutina a todo cuanto hacemos en nuestra vida y eso es peligroso.



Pero, visto desde otro punto de vista, la rutina puede no resultar tan aburrida ni tan desagradable, porque, si no hemos de pensar en todo cuanto hacemos, viene a constituir al menos una economía de tiempo en nuestra vida diaria. La hemos usado desde niños y sobre todo siendo niños y hemos sufrido de verdad cuando se nos ha sacado de nuestro entorno, o con extraños o nos han cambiado nuestras costumbres u horarios. De adultos también sufrimos: es muy habitual que personas cuando salen de vacaciones sufran desarreglos intestinales y que se atribuya el problema al agua o al tiempo, cuando son consecuencia de una rutina de vida cambiada. aunque sea por unos días, en la que cada cual se siente cómodo.


Todo lo dicho hasta aquí nos lleva a poder sostener que no debemos pretender eliminar o desterrar totalmente la rutina, sino que en la medida de lo posible hagamos uso de ella para lo estrictamente necesario y no tratar de poner el piloto automático para todo cuanto hacemos, de modo que no nos impida vivir nuestras experiencias, procurando ser más creativos en lo cotidiano sin que la rutina nos agobie.

Isidro Jiménez

No hay comentarios:

Publicar un comentario